Tras 15 años en el mercado, la Yamaha FZ-1 Fazer necesitaba una jubilación, que por otro lado se había ganado a base de trabajo y constancia a lo largo de todo aquel tiempo que se mantuvo como buque insignia en el segmento naked en la marca japonesa.
Pero claro, no es fácil reemplazar algo que funciona y que además lo hace de una manera intachable, así que los técnicos de la firma de los diapasones tuvieron que exprimirse al máximo el coco y el resultado de aquella “licuada mental” es nuestra protagonista de hoy, la Yamaha MT-10. Las siglas MT vienen de Master of Torque.
Presentada en el EICMA del año 2015 en la ciudad de Milán, la MT-10 se convertía de facto en la nueva referencia dentro del segmento de las maxinaked gracias, entre otras cosas, a su propulsor derivado directamente de la recién estrenada Yamaha YZF-R1 de aquel mismo año, el cual a su vez estaba diseñado siguiendo los patrones de las Yamaha de Moto GP pilotadas por Jorge Lorenzo y Valentino Rossi -ambos estuvieron en el acto de presentación- con el ya reconocido sistema de cigüeñal tipo Crossplane.
Grosso modo, nos encontrábamos ante una superbike desnuda, aunque si bien es cierto la MT-10, a diferencia de sus contrincantes, contaba con un pequeño cupolino frontal, ideal para desviar de algún modo el aire que impactaba en los hombros y cabeza a altas velocidades.
En cualquier caso, el tetracilindrico en línea de 998 cc -aunque por comportamiento, tacto y sonido pareciera que estuviéramos sobre un V4- era rebajado de potencia después de modificar, entre otras cosas, su sistema de escape y admisión junto a una nueva gestión electrónica.
La nueva Yamaha MT-10 llegaba con la difícil misión de sustituir a la icónica FZ-1, una motocicleta con una larga trayectoria dentro del segmento de las naked de gran cilindrada
Estaba claro que la filosofía de esta street fighter era la de ser una poderosa deportiva cuando se le exigiera, pero también debía rendir en circunstancias normales con un tacto y funcionamiento eficiente y suave. Para ello había que rebajar las pretensiones del bloque de un litro de cubicaje que portaba su hermana deportiva, la Yamaha R1.
Evidentemente las cotas se mantenían, con unas medidas de 79 mm de diámetro por 50,9 mm de carrera; no así la compresión, que se rebajaba hasta los 12:1. La alimentación, por su parte seguía, siendo mediante inyección electrónica, con cuatro toberas de 45 mm inyectando en cada uno de sus cilindros.
En cualquier caso, y a pesar de haber capado un poco el portentoso “tetra” de la MT-10, seguía siendo arrollador en cuanto a prestaciones se refiere, con una potencia máxima declarada de 160 CV a 11.500 RPM, un par máximo de 111 Nm a 9.000 RPM y una velocidad máxima de 273 km/h.
Colocábase como la rival a batir entre las japonesas y una de las más efectivas si la comparábamos con sus homónimas europeas, entre las que se encontraban la KTM 1290 Super Duke R a la cabeza, con 177 CV de potencia declarados, o la selecta Ducati Streetfighter 1100 con 155 CV a la rueda.
A nivel parte ciclo procedían de la R1 tanto su bastidor de doble viga en aluminio como el basculante trasero, de doble brazo también fabricado en el ligero metal. También de esta era la horquilla invertida Kayaba con barras de 43 mm que conformaba la amortiguación en el frontal. En el tren trasero un mono amortiguador con sistema progresivo hacía lo propio.
En cuanto a la frenada, también se optaba por emplear el de la Superbike de la casa. En este caso dos discos de 320 mm, accionados por pinzas monoblock de Yamaha, eran los componentes ensamblados en el eje delantero. Detrás un solo disco de 220 mm, mordido por una pinza de un pistón, eran más que suficientes para completar este apartado. Todo ello quedaba asistido por un sistema de ABS e instalado sobre llantas de 17 pulgadas, calzadas estas con neumáticos en medidas de 120/70 delante y 190/55 detrás.
Teniendo como partida a la SBK de la casa, la Yamaha YZF-R1, esta MT-10 era afinada con pequeños retoques para conseguir una motocicleta más utilizable y lógica en el día a día
Otros aspectos relevantes de la Yamaha MT-10 era el nivel de equipamiento electrónico empleado en su funcionamiento. Entre estos sistemas encontrábamos tres modos de conducción con entregas de potencia diferentes, control de tracción con hasta tres niveles de actuación e igualmente desconectable, además de un sistema Quick Shifter integrado en su caja de cambios, por el que no era necesario accionar el embrague al subir marchas.
Incluso dentro de este completo esquema electrónico disponíamos de un control de velocidad, para que los desplazamientos por autovía o autopista fueran lo más relajados posibles. Uno de los aspectos donde más trabajó Yamaha es sin duda en la agilidad de esta moto. Prueba de ello son sus 1.400 mm entre ejes, colocándose como la más corta del segmento.
Esto, unido a un peso con todos los llenos de 212 kilogramos, y a una posición de conducción muy cómoda gracias a su manillar elevado, la convertian en una motocicleta muy eficaz en carreteras curveadas, por supuesto sin olvidarnos de su excelso propulsor con una curva de potencia muy llena en cualquier rango de revoluciones.
A nivel de equipamiento y acabados, además de todo lo mencionado en cuanto a sistemas electrónicos se refiere, la Yamaha MT-10 contaba con un completo cuadro de instrumentos sobre una pantalla LCD.
En él disponíamos de cuentavueltas, velocímetro, reloj horario, indicador de marcha engranada, nivel de combustible o modos de conducción y control de tracción, entre otros. También cabe destacar su equipo de iluminación a base de ópticas tipo LED o un sistema de embrague anti rebote, todo ello por un precio final de 15.800 euros.
Un propulsor excelso, junto a una parte ciclo de primer nivel y un equipamiento de ultima hornada eran ingredientes del cóctel perfecto para que la Yamaha MT-10 se convirtiera en una de las favoritas del segmento
Para el año 2017, y sobre la base de esta primera generación de la MT-10, Yamaha lanzo una versión especial denominada SP, donde los cambios fundamentales sobre la variante estándar son un nuevo equipo de suspensiones electrónicas firmadas por Öhlins y un cuadro de instrumentos de nueva factura con pantalla TFT, todo ello heredado de la Yamaha R1 M, además de una decoración específica para esta versión.
Para esta nueva MT-10 SP se fijaba una tarifa sobre unos 3.000 euros por encima de la estándar, diferencia justificada teniendo en cuenta la calidad de los componentes modificados. Desde entonces, la MT-10 pocos cambios a sufrido más allá de destalles estéticos o la introducción de algunas modificaciones electrónicas para mejorar aún más su comportamiento, algo difícil de superar teniendo en cuenta su modelo inicial y la procedencia de la mayoría de sus componentes.
En la actualidad en el mercado de ocasión podemos encontrar algunas unidades a partir de los 11.000 euros, convirtiéndose en una de las mejores opciones para quien busque una motocicleta potente y cómoda que sirve para casi todo, como ya demostró a los largo de 15 años su antecesora, la FZ-1.
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J. Rubio
Soy un enamorado del motor en general y de los vehículos clásicos y motocicletas en particular. Dedicado al mundo de la automoción desde hace unos años, disfruto probando toda clase de vehículos y escribiendo mis impresiones y experiencias sobre ellos.COMENTARIOS