Desde que en 1964 Yamaha ganase el Mundial de 250 con Phill Read a los mandos, la casa japonesa se ha convertido en una referencia indiscutible en el mundo de la velocidad. Además, durante los años setenta fue la gran aliada de los pilotos-cliente antes de la práctica extinción de los mismos, brindándoles la posibilidad de estar justo por detrás de los equipos oficiales gracias a sus excelentes máquinas de circuito.
Con todo ello, nadie puede negar un puesto de honor a Yamaha en la historia de las carreras sobre asfalto. Eso está claro. Pero, de dónde viene todo esto. Bueno, pues a decir verdad a fin de entender el proceso por el cual Yamaha pasa de sólo fabricar motocicletas turismo a ser una referencia en lo más alto de la deportividad nos hemos de remontar a 1957. Sí, tan sólo dos años después del lanzamiento de su primera motocicleta en serie, la YA1.
Y es que, dados los buenos resultados comerciales, en Yamaha decidieron incrementar la potencia de sus mecánicas desarrollando un motor de dos cilindros, dos tiempos y 246 centímetros cúbicos. Corazón de la YD-1, éste fue el responsable de expandir rápidamente a la marca en el ámbito de las carreras japonesas gracias a sus buenos resultados en el cuarto de litro. Es más, gracias a los kit de carrera proporcionados en los concesionarios, las YD-1 se convirtieron en una referencia tanto en el ámbito del asfalto como el del Off-Road. Un proceso culminado con las YDS1(1959) y YD-Racer (1957): esta última, la primera máquina nacida por y para la competición en la fábrica de Yamaha.
En 1955 Yamaha empezaba con la fabricación en serie, teniendo tan sólo dos años después una máquina con 250 centímetros cúbicos capaz de situarla en la vanguardia del mercado local
Yamaha TD-1, nace la apuesta por las carreras-cliente
Como bien sabe los aficionados a Bultaco gracias a la historia de las TSS, fabricar motocicletas para pilotos privados puede ser no sólo una buena fuente de ingresos sino, igualmente, una excelente manera de posicionar a la marca en las carreras sin necesidad de invertir más de la cuenta en el equipo oficial. De esta manera, siempre que una empresa ha ofertado una máquina potente y de fácil mantenimiento destinada a los equipos privados ha gozado de un muy buen resultado.
De hecho, Yamaha llegó a ser durante los años setenta la máxima representante en esta forma de hacer las cosas; calco en el motociclismo de lo que Porsche estaba haciendo en el mundo del automovilismo externalizando en diferentes corsarios la mayor parte de su presencia en competición. Ahora, cuál fue la máquina, el modelo, con el cual empezó todo esto. La respuesta es la Yamaha TD-1.
Presentada en 1962, ésta tomaba como base mecánica el motor de dos cilindros en línea y 246 centímetros cúbicos montado en las YD-1 y YDS1. A partir del mismo, sus ajustes evolucionaban la potencia hasta los 35 CV a 9.500 revoluciones por minuto a través de una caja de cambios con cinco marchas. No está nada mal; más aún teniendo en cuenta cómo las primeras YD-1 apenas rendían menos de la mitad.
En el Reino Unido la prensa especializada celebró la aparición de esta motocicleta como aquella con la cual, al fin, se atisbaba una verdadera “democratización” de las carreras de velocidad relativas al dos y medio
Asimismo, el carenado -en principio tan sólo destinado a la exportación- dejaba claro desde el primero vistazo cómo se estaba ante una verdadera máquina de carreras. Dicho sea de paso, especialmente destinada a campeonatos nacionales y, claro está, a los primeros pilotos que, en el Mundial, se atrevieran a usar una motocicleta proveniente de la que, por entonces, aún seguía siendo una marca cuasi desconocida en los mercados occidentales. En suma, el primer paso para la fascinante historia establecida entre Yamaha y los llamados “privados”.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS