La gran pantalla y el mundo del motor es una de esas parejas que rara vez fallan: Eleanor de “60 Segundos”, el Escarabajo de “Herbie”, el DeLorean DMC-12 de “Regreso al Futuro” o el Cadillac Miller-Meteor de “Los cazafantasmas”, por nombrar solo algunos ejemplos. Existen multitud de coches que adeudan su fama en una película. En la historia del cine, sin embargo, no solo hay coches, sino también vehículos de dos ruedas. Uno de los ejemplos más famosos es la Harley Davidson Fat Boy de 1991 que actuó en “Terminator 2: el juicio final”, conducida por el robot más “majo” de Skynet, Arnold Schwarzenegger, dobles de acción aparte.
La Fat Boy utilizada para las escenas vistas en el film tiene tan solo 620 km en su odómetro y algunos arañazos a pesar de contar a sus espaldas con 27 años y el peso de un T-800. La estimación inicial era de 200 a 300 mil dólares, pero la cifra se superó con creces al participar en una de las películas más conocidas de la historia del cine. Esta moto estuvo entre los lotes de la subasta de “Icons & Legends of Hollywood” y acabó vendiéndose por 520 mil dólares, cerca de 450.000 euros al cambio.
La motocicleta en cuestión es la misma que ha grabado algunas escenas de la película, entre las cuales una de las más famosas es aquella en la que el joven John Connor es perseguido por un canal de desagüe del Valle de San Fernando, Los Ángeles (California, EE. UU.). Sin embargo, aparte de algunos arañazos causados durante el rodaje, la moto se mantiene en excelentes condiciones y, eso unido a su bajo kilometraje, la han convertido en un dulce demasiado jugoso para ser ignorado.
Diseñada a finales de los años ochenta por Willie G.Davidson, nieto de uno de los dos fundadores, la Fat Boy se ha convertido rápidamente en un icono de la moda gracias a sus anchas ruedas, las flechas unidas a la parte inferior del manillar, los guardabarros haciendo alusión al estilo de los años cuarenta o su característico motor de dos cilindros en uve. La posición de conducción erguida, con las piernas y los brazos extendidos para agarrar los grandes manillares, era una de las características distintivas.
Esperemos que su nuevo dueño la use más -y con más delicadeza- que en el rodaje de la película y no tenga que decir “Sayonara, baby” a la calle en favor de mantenerse guardada en un garaje.
Luis Blázquez
Aficionado al mundo del motor desde que fui concebido. Aprendí a leer con revistas de coches y, desde entonces, soy un completo enamorado de la gasolina. Como no se nace sabiendo todo, cada día es importante aprender algo nuevo y así ampliar los conocimientos. Este mundillo tiene mucho que ofrecer, al igual que un servidor a vosotros los lectores.COMENTARIOS