Hoy en día, el Mundial es una máquina perfectamente engrasada donde nada se deja a obra del azar. De esta manera, desde la preparación de los pilotos hasta la logística de los equipos, cada detalle se mira con lupa a fin de no dar lugar al error. Obviamente, a esto se ha llegado después de décadas en las que la profesionalización ha ido, poco a poco, desterrando todos aquellos elementos propios de la primera hora del motociclismo. Algunos como la forma en la que dormían Ginger Molloy y su mecánico mientras recorrían Europa de carrera en carrera: tendidos en colchonetas colocadas sobre sus Bultaco TSS y las herramientas almacenadas en la furgoneta.
Además, cuando el neozelandés vino a Europa en 1963 a fin de probar suerte en la competición, primero tuvo que trabajar en una mina de Escocia. El peaje necesario para poder ahorrar y comprar una AJS con la que foguearse en algunas competiciones británicas. No obstante, su objetivo no era quedarse en citas nacionales. Es más, de haber sido ése se hubiera quedado en su país natal, donde ya había conseguido destacar tanto en asfalto como en tierra gracias a las dotes mecánicas con las que afinaba cualquier máquina que cayera en sus manos.
Y bueno, hablando de máquinas que cayeron en sus manos resulta imposible no hablar de la Bultaco TSS. Con un chasis fechado en 1962, la primera unidad usada por Molloy – comprada en Londres – cambió su motor de octavo de litro por uno de 196 centímetros cúbicos. Todo ello para poder participar en carreras donde encontrarse con monturas de hasta cuarto de litro, aunque finalmente optase por participar especialmente en los 125 centímetros cúbicos. De hecho, tras un par de visitas a la fábrica y una excelente actuación en Zaragoza, Molloy fue fichado por el equipo oficial de Bultaco para correr el Mundial o, al menos, las pocas citas a las que podían acudir.
Imbuido por la fiebre de la competición, Molloy marchó a Europa en 1963 con 25 años para acabar trabajando en una mina escocesa, poder ahorrar y sufragarse así las carreras
Bultaco TSS Ginger Molloy, la marca salta a la escena internacional
Fichado por Bultaco antes del dominio ejercido por las multicilíndricas japonesas, Ginger Molly fue el piloto responsable de poner el nombre de la casa catalana en los registros de honor del Mundial. No en vano, tras puntuar en el Circuito de Monza durante su primera temporada bajo el cobijo de los Bultó sorprendió gratamente cuando, al año siguiente, logró la primera victoria para Bultaco en el Mundial al hacerse con el GP del Ulster 1966 en la cilindrada de 125 centímetros cúbicos.
Tras esto, vino una intensa relación con Bultaco estando en su equipo oficial hasta finales de 1969. En total cinco temporadas donde pudo correr en 125, 250 y 350 – en esta última cilindrada gracias a la TSS 350 Modelo 29 que tanta relación tiene con la icónica 360 24 Horas Montjüic – . Y bueno, aunque bien es cierto que las victorias no se sucedieron pues Molloy no volvió a ganar ni una sola carrera, en 1968 se dio el importante logro de quedar tercero en el Mundial de 125 tras las Yamaha de Phil Read y Bill Ivy.
Algo sin duda muy meritorio, ya que se hizo puntuando en tan sólo tres de las nueve citas de la temporada. Además, en el GP de España 125 de aquel mismo año Salvador Cañellas lograba para Bultaco la primera victoria de un español en el Mundial. De esta manera se firmaba un año muy reseñable para Bultaco, convertida en una referencia imprescindible al hablar de cilindradas compactas. Todo ello gracias a la montura utilizada por el equipo oficial durante aquel año: la TSS 40.
Las TSS fueron evolucionando durante una década no sólo a través de diferentes cilindradas, sino incorporando mejoras entre las que se encontraba el nuevo chasis montado en la Modelo 40
Dotada de un nuevo chasis tubular más pequeño y ligero, esta evolución de la Tralla Super Sport ya tenía poco que ver con el diseño original de 1960. Y es que no sólo cambiaba su base, sino también el rendimiento del motor que, en la versión de octavo de litro, llegaba hasta las 11.500 vueltas para rendir 29,4 CV. Todo ello rematado con un nuevo carenado en fibra de vidrio. Sin duda una las Bultaco TSS más llamativas, responsable de firmar la mejor temporada de Molloy hasta que, en 1970, quedase segundo en el medio litro por detrás de Giacomo Agostini. Eso si, aquello no ocurrió con una Bultaco sino con una Kawasaki.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS