Moto del día: Flaminia Roberto Berlingieri S.A

Moto del día: Flaminia Roberto Berlingieri S.A

El motociclismo argentino cuenta con evidentes similitudes para con el español, y la Flaminia de 1957 así lo evidencia.


Tiempo de lectura: 4 min.

Para no pocas personas Argentina no es un país sino una promesa. Una promesa de prosperidad que se toca, se alcanza, se ve pero… En el último momento se disipa bajo el manto de poderes internacionales, dictaduras locales o gobiernos ineficientes. Un discurso manido y que, además, ya fue perfectamente sintetizado por Adolfo Aristarain en el guion de Martín (Hache). Aquella película en la que el personaje interpretado por Federico Luppi, en una de las mejoras secuencias rodadas por el director bonaerense, sentencia sobre el desencanto producido por su país de origen.

Así las cosas, cuando tratamos algo relacionado con el motor histórico en la Argentina -el plural es un mero formulismo mayestático pues, como intuirán, el aquí firmante escribe en la más estricta soledad, bajo una existencia monótona a la que, sin embargo, ustedes pueden entregar algo de luz colaborando con el Patreon de ésta su revista; siempre puntual, siempre gratuita, recuérdenlo- resulta inevitable entrever una evidente desazón. No en vano, y aún con todo, en el país sudamericano se dieron multitud de motivos para haberse dado una explosión industrial que, finalmente, no acabó cuajando.

Una pena. Una pena porque creatividad no faltaba. Algo que podemos ver en multitud de diseños allá elaborados. Siempre con el mercado local como único fin aunque, a decir verdad, ensamblados a partir de elementos patentados en el exterior. En suma, una historia que también conocemos en España, donde empresas como SEAT firmaron creaciones propias más que reseñables usando, eso sí, piezas licenciadas por la italiana Fiat. Pero centrémonos en el motociclismo y, más en concreto, en el argentino. Nuevo objeto de interés para esta sección, en la cual ya tenemos prácticamente agotados todos los modelos lanzados por casas españolas como Mototrans, Bultaco, OSSA, Montesa o Sanglas.

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Argentina cuenta con una amplia historia en relación a la industria del motor. Una historia llena de pasajes memorables, diseños locales muy interesantes y una eterna promesa que nunca se ha cumplido. Paradojas

Flaminia, una motocicleta paradigmática

Revisando la historia del motociclismo en la Argentina hay una duda que orbita constantemente al listado elaborado: ¿por dónde empezar? En ese sentido lo cierto es que resulta tentador hacerlo por marcas simbólicas como Siambretta -licenciada de Lambretta como aquí fue la vasca Lambretta Locomociones– o, incluso, referencias relacionadas con las carreras y el ámbito más prestacional. Sin embargo, he decidido empezar por Flaminia.

Una referencia cuasi desconocida pero, al mismo tiempo, muy representativa sobre su época y los parecidos de la industria argentina para con la española. Dicho esto, lo primero que le pediría a usted es que se situase en 1957. Año en el que se funda la sociedad anónima Roberto Berlingieri con sede en la icónica Avenida Mayo, Buenos Aires. Eso sí, según parecen indicar las más de las fuentes -al igual que con el motociclismo español la investigación sobre el argento no cuenta con archivos correctamente indexados- la fábrica se situó en la cordobesa San Francisco.

Ahora, ¿por qué Flaminia es representativa de su país? Pues ni más ni menos que por su motor, de diseño alemán. Y es que, al fin y al cabo, exactamente igual que lo interpretado por la mayor parte de los fabricantes españoles coetáneos, la industria argentina tenía capacidad de ensamblaje, sí; de comercialización, también; e incluso de diseño en elementos como el bastidor; pero, al fin y al cabo, adolecía de fallas evidentes en lo referido a las patentes relacionadas con la mecánica. Es decir, al igual que en España -o en la China de ayer mismo- había tanta demanda y capacidad productiva como deficiencias en tecnología.

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Una cosa es poder ensamblar e incluso diseñar elementos como el chasis. Otra es desarrollar patentes propias en relación al motor. Esto lo evidencia bien la Flaminia

La paradoja. La paradoja de poder producir pero no patentar. Algo sobradamente conocido en la España de 1957, en la cual sólo algunos fabricantes como Montesa o Sanglas eran capaces de elaborar sus propios motores desde cero. Y vaya, con ciertos peros pues, como sabrán los más enfocados a estas marcas, sus primeros diseños no eran nada inocentes en términos de inspiración. Además, ¿no es más cierto y verdad que las motocicletas turismo españolas de aquella época tenían como mecánica más común a los motores Hispano-Villiers, ensamblados en Barcelona bajo patente británica? Pues en Argentina, con empresas como la de Roberto Berlingieri, lo mismo. En su caso, con un monocilíndrico Sachs de 98 centímetros cúbicos gracias al cual se pudieron impulsar las Flaminia hasta 1965. Año en el que cerraba la fábrica al igual que, en España, también echaban el cierre no pocas empresas motociclistas ante el auge del automovilismo de masas. Y es que, a pesar de contar con un océano de por medio, compartimos muchas más cosas que el idioma. Seguiremos indagando en ello.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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