Aunque hoy en día las diferentes especialidades del Off-Road se encuentran claramente diferenciadas -algo con raíces en la diversificación dada y en los años sesenta-, lo cierto es que éstas no existían como tal justo después de la Segunda Guerra Mundial. Es más, bajo el amplio paraguas de las “pruebas sobre tierra” se albergaba una amplia colección de pruebas donde la destreza en tramos con obstáculos se alternaba con la fiabilidad exigida por los largos kilometrajes.

Así las cosas, los participantes en aquellas primeras pruebas del Off-Road partían a la aventura sobre motocicletas turismo escasamente preparadas más allá de algunos ajustes en la carburación o unas cubiertas con taco. De hecho, repasar fotografías de aquellas citas deportivas -sobre todo en relación al Reino Unido- es un asombro constante en base a la valentía de unos corredores que, frente a la falta de suspensiones o chasis ligeros, anteponían la fuerza bruta de sus brazos o sus conocimientos de mecánica en ruta. En fin, verdaderamente asombroso.

Dicho esto, en el umbral de los años cincuenta el norte de Italia empezó a contemplar un panorama cada vez más prolífico en relación a las pruebas de montaña. Basadas en superar grandes kilometrajes por pistas de tierra, éstas tomaron para su organización el manual de los trofeos de regularidad. De esta manera los primeros pasos del Off-Road en Italia se realizaron, paradójicamente, bajo la denominación de Regolarità.

Asimismo es llamativo comprobar cómo todo aquello tuvo mucho más que ver con los aficionados que con las marcas. Es más, éstas se encontraban plenamente volcadas en las carreras de velocidad sobre asfalto, por lo que todo lo que tuviera que ver con el polvo de los caminos les era bastante ajeno. De todos modos, la popularización creciente de aquellas pruebas llevó a fabricantes como Gilera a colaborar para la preparación de unidades especiales con ciertos pilotos destacados. Así nacía, de una manera similar a como ocurriera en Montesa, la primera línea de Off-Road en la fábrica italiana.

Dicho esto, cuando en 1959 Gilera cumplió medio siglo decidió celebrarlo con un modelo de 98 cc al cual se bautizó como Giubileo. Dominado por un peso muy bajo así como una extraordinaria maniobrabilidad, éste fue usado base para la creación de las primeras motocicletas Regolarità del equipo oficial de la casa. Y vaya, fueron todo un éxito capaz de adelantarse unos años al definitivo -y lucrativo- éxito de este tipo de disfrute a dos ruedas.

Para mediados de los años sesenta las máquinas de Off-Road empezaron a vivir una gran especialización diferenciándose cada vez más entre sí. No obstante, seguía habiendo hueco para máquinas como la 124 5V, capaz de realizar rutas sobre tierra junto a un uso diario por asfalto

Con todo ello, en 1966 la aparición de la 124 5V marcó un paso hacia adelante ofreciendo, sobre la base de una motocicleta turismo, una máquina de Enduro también apta para el uso diario. Respecto a la mecánica su monocilíndrico con cuatro tiempos y 123,08 cc era capaz de entregar 10,5 CV a 8.500 rpm alimentado por un carburador Dell’Orto de 22 milímetros. Una potencia moderada sí, pero compensada no sólo por el bajo peso de la montura -apenas llegaba a los 98 kilos- sino también por su curva de par con una entrega de potencia progresiva.

Asimismo, gracias a su robustez, facilidad de mantenimiento y bajo consumo la Gilera 124 5V podía utilizarse en día a día como vehículo sobre asfalto al tiempo que, según pruebas de la época, lograba superar pendientes del 45% cuando se le exigía dar lo mejor de sí en competición Off-Road. En fin, todo un prodigio en materia de versatilidad que, no obstante, pronto habría de ser superado por la increíble evolución exponencial de aquellas gamas de campo cada vez más especializadas. De hecho, recordemos, el año anterior a la aparición de nuestra protagonista Bultaco ya había revolucionado al mundo del Trial con su Sherpa T.