Desde que echara a andar en 1978 el Rally Dakar ha sido -y es- una de las citas más espectaculares en relación al mundo del motor. Además, gracias a sus diferentes categorías éste ha servido como campo de pruebas para no pocas marcas, retroalimentando así la competición con la fabricación en serie y viceversa. En definitiva: una de las mejores sinergias nunca dadas en el ámbito de la mecánica.
De hecho esto fue especialmente visible en el motociclismo ya que, durante toda la década de los ochenta, cada vez fueron más los fabricantes responsables de lanzar al mercado máquinas pensadas para largos recorridos por las rutas de Raid más exigentes. Es decir, modelos capaces de poner en los concesionarios las cualidades de las unidades pensadas por y para el Dakar.
Así las cosas, la afición respondió de una manera tan positiva que aún a día de hoy podríamos seguir hablando sobre qué fue antes: la demanda del público o la oferta de las marcas. Marcas entre las cuales no sólo se encontraban las referencias niponas más manidas en el ámbito del Off-Road, sino también -y especialmente- la germana BMW con una espectacular saga de modelos con “doble propósito”.
En fin, un nuevo nicho de mercado al cual parecían ser ajenas las empresas italianas hasta que algunas como Gilera empezaron a reaccionar. Un hecho necesario pues, al fin y al cabo, éstas también había participado del auge del Enduro allá por los años sesenta dando a entender sus capacidades en relación al olfato comercial.
Dicho esto, lo primero por lo cual empezó Gilera a mediados de los años ochenta fue por ajustar su motor monocilíndrico con cuatro tiempos y cuatro válvulas diseñado por Cesare Bossaglia a las necesidades de los grandes Raid. De esta manera lo aumentó desde los 350 cc ya vistos en algunos de sus modelos Off-Road hasta los 600 de la RC 600 lanzada en 1989. Al fin, su gran apuesta por el ámbito de las “dakarianas” gracias no sólo a esta mecánica, sino especialmente a su diseño especialmente ligero.
Gilera optó por la ligereza a la hora de diferenciar a la RC 600 frente a las opciones de la competencia. De todos modos, incluso así no logró el éxito comercial de unas rivales pertenecientes a marcas con más desarrollo en este segmento
De hecho, esta cualidad fue su mayor definición logrando un peso de tan sólo 141 kilos a propulsar por sus 48 CV a 7.250 rpm con cambio de cinco velocidades. Todo ello basado en una versatilidad evidente en sus usos, siendo así una motocicleta válida para desplazamientos que iban más allá de las puras salidas de campo con veleidades deportivas en el Raid. Algo que, eso sí, no privó a la marca de adaptar varias unidades para correr con ellas de manera oficial el Dakar de 1991.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.Y la gilera Dakota 500 y la xrt 600, para ti no existieron 😂🤣
Tuve una en el año 91, un desastre de moto, se rompia por todos lados, eso si muy bonita, pero no compensaba, la cambié por una Honda Transalp, volví a dormir tranquilo