Hubo una época en la que Moto Guzzi fabricaba motocicletas más o menos convencionales y homologables a los segmentos y gamas clásicas que tenían en su catálogo el resto de fabricantes. Los de Mandello del Lario tenían una maxitrail como la Moto Guzzi Stelvio, cuando todo el mundo tenía que tener una maxitrail en el catalogo, y lo mismo pasaba con la Moto Guzzi Norge 1200, una moto touring de aquellos años de esplendor del segmento, allá por la primera década del siglo XXI.

Sobre el papel esta moto se daba bastante la mano con la BMW R 1200 RT. Ambas eran motos de turismo bicilíndricas de gran cilindrada, con cardán y con esquemas mecánicos propios imposibles de encontrar en modelos de otros fabricantes. Eran motos con un sello personal “propio”.

La Moto Guzzi Norge 1200 es una moto de turismo dinámica y divertida de conducir. En este aspecto no es como los grandes “armarios” del segmento de más de 300 kilos, sino una turismo ligera con la potencia y el plástico justo para poder realizar cruceros a velocidad de autovía sin que el viento nos moleste.

A nivel de dinamismo es una moto bastante alegre y juguetona, de ahí que en su día algunos la denominaran un concepto polivalente, ya que tenía algunas reminiscencias de sport turismo como los semimanillares (muy elevados, eso sí) o la posición de las estriberas, que te hacen sentarte con las rodillas algo flexionadas. Por lo demás la ergonomía era bastante confortable, con el torso erguido en posición de conducción y un asiento que era pura delicia. El campo de uso y el tacto de esta moto de hecho se asemeja bastante a la de la propuesta alemana.

A nivel de mecánica, el motor bicilíndrico en V a 90 grados y con cuatro válvulas por culata erogaba unos buenos 95 CV. Se quedaba un poco por detrás del bóxer alemán que llegaba hasta los 110, pero a cambio tenía una mejor provisión de bajos y un sonido que enamoraba.

En cuanto a ciclística, las cosas estaban bajo control con una horquilla que cumplía sin desfallecer y una pareja de discos de freno delanteros con pinzas simples de cuatro pistones firmadas por Brembo. Atrás destacaba el basculante monobrazo con cardán incorporado que le daban un toque muy hi tech al modelo. Por último, las maletas laterales venían de fábrica y ampliaban enormemente la capacidad de carga del modelo.

Estéticamente me gusta mucho cómo los diseñadores jugaron con la interacción de los diferentes órganos mecánicos con las fibras del carenado. En principio, al ser una moto de turismo, la mecánica está tapada por el plástico, pero el carenado tiene como unas “ventanas” por las que podemos ver las culatas del motor bi, o la tapa del cigüeñal tan característica de las Moto Guzzi. Por no hablar de cómo se entremezcla el carenado con los colectores de escape. Es un juego de formas que atrae a la mirada y te invita a seguir su “laberinto”.

Desgraciadamente, como ya ha ocurrido con un sinfín de modelos de la marca italiana, no encontró su hueco en el mercado. No sé si será debido a problemas de márquetin o de fiabilidad, o una mala fama que arrastra la marca desde tiempos pretéritos pero se repite la idea de que Moto Guzzi siempre pasa apuros para vender motos, aún cuando estas son buenos productos a la altura de su competencia y a veces hasta por encima de esta.

Pese a lo que podríamos pensar en un primer momento, no es una moto muy tragona. Se conforma con unos 5,5 litros cada 100 kilómetros en el mundo real. Nada mal para su tamaño peso (246 kg) y cilindrada. De segunda mano hay muy poco donde escoger, pero se mueve en precios de entorno a 4.500 euros. Nada mal para toda una touring plenamente vigente hoy en día.

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