Como muchas cosas en esta vida, el diseño puede ser más o menos algo objetivo. Algunas motos se caracterizan por su belleza, como la Cagiva C594. Otras, por el contrario, se caracterizan por producir sobre nuestros ojos un impacto visual negativo, como la moto del día de hoy: la Ossa Urbe 250. Nació a comienzos de los 80 en plena crisis motociclista española, con una idea original y práctica, pero poco agraciada.
Las motos venidas del país del sol naciente habían entrado con fuerza en el mercado local, apostando por máquinas de gran fiabilidad, mucha variedad y un precio de adquisición y mantenimiento más reducido de lo que se estilaba por aquel entonces. Pronto acabaron con el monopolio nacional, ahora reducido a un pequeño número de marcas que aún se mantienen activas (con capital extranjero).
Podíamos encontrar parecido en la Ossa Urbe 250 con los scooters actuales en su carenado integral o sus maletas incorporadas
El fabricante del trébol se percató de que las motos de campo ya no eran únicamente el negocio a seguir para obtener beneficios. Las altas cabezas de la empresa trazaron una nueva idea de motocicleta sobre una hoja en blanco. En tiempos de crisis donde la vida en la urbe estaba en pleno auge exponencial, la gente buscaba otro tipo de moto, más cómoda de usar y más barata de mantener.
En 1980, Ossa inicia el “Proyecto Crisis” con la idea lanzar al mercado un vehículo a medio camino entre un scooter y una moto. Es decir, con la practicidad y comodidad de los primeros, y las prestaciones y sensaciones de conducción de las segundas. Al final, el resultado nacido dos años después, fue un fracaso comercial. Menos de 500 ejemplares fueron fabricados y a saber cuán pocos aún quedan en circulación.
Cruzarse con una Ossa Urbe 250 es casi como encontrar una aguja en un pajar. Bajo el depósito de combustible, la firma española optó por utilizar un motor reciclado ya probado en la Ossa Copa 250 TE. Un bloque monocilíndrico de dos tiempos refrigerado por aire capaz de rendir 27 CV de potencia máxima, suficientes para mantener cómodamente un ritmo superior a los 100 km/h.
Su polivalencia como vehículo urbano quedaba patente sobre el papel, pero no así su aspecto. El resultado de diseñar la moto a base de líneas rectas y marcados ángulos nunca llegó a calar entre los aficionados y potenciales clientes. Su elevado precio tampoco ayudó y, en 1984, murió, haciéndola hoy un modelo muy escaso y buscado.
Luis Blázquez
Aficionado al mundo del motor desde que fui concebido. Aprendí a leer con revistas de coches y, desde entonces, soy un completo enamorado de la gasolina. Como no se nace sabiendo todo, cada día es importante aprender algo nuevo y así ampliar los conocimientos. Este mundillo tiene mucho que ofrecer, al igual que un servidor a vosotros los lectores.COMENTARIOS