La Yamaha RD56 no fue la primera motocicleta de la marca en llegar al campeonato mundial, pero sí la primera en ganar. Así las cosas, resulta una pieza clave en la historia de la marca nipona, pero también en la de la categoría del cuarto de litro. Un proceso que, como decimos en otros artículos, será mejor ir abordando paso a paso. Por ello nos vamos a trasladar al TT de la Isla de Man en 1959. Las coordenadas donde el motociclismo deportivo japonés aterrizó en Europa para sorpresa de las marcas italianas y británicas, las cuales no podían sospechar la ola de hegemonía en carreras y concesionarios que se les iba a venir encima procedente de oriente.
En aquella ocasión la protagonista no fue una Yamaha sino una Honda. Concretamente la RC142. Primera máquina japonesa en el mundial avalada por un equipo oficial, gracias a la cual el resto de marcas de aquel país fueron perdiendo el miedo a salir de sus fronteras. De esta manera, Yamaha fletó en 1961 un equipo formado por tres pilotos, un equipo de asistencia y más de 100 cajas en las que motos y piezas de repuesto iban cuidadosamente embaladas. Todo ello para brindar a las Yamaha RD48 – cuarto de litro- y RA41 -octavo de litro – no el mejor de los estrenos posibles, sino el aprendizaje más atento. Algo básico para entender el primer paso de la marca en el mundial, ya que cuando se estrenó en aquel 1961 no tenía como meta ganar sino, sencillamente, tomar experiencia.
Llegados a este punto, así se explica la razón por la que en 1962 Yamaha no regresó al mundial. Lejos de querer derrochar recursos sin saber muy bien qué dirección tomar, los de Hamamatsu se habían replegado por un año entero a sus cuarteles de invierno de cara a implementar soluciones a todo lo aprendido durante su temporada de estreno. Gracias a esto, ese mismo año presentaron su apuesta para el cuarto de litro. La Yamaha RD56. Probada en carreras japonesas antes del regreso del equipo al mundial ya en 1963, su motor bicilíndrico de dos tiempos y válvula de disco rotativo rendía 45 CV sobre un chasis ligero de doble cuna. Además, se había trabajado en mejorar la estabilidad y, especialmente, los frenos.
Tras el ensayo de 1961, Yamaha regreso al mundial en 1963 habiéndose tomado un año de parón para implementar con calma las soluciones a los problemas detectados. El resultado de todo ello fue esta motocicleta, destinada a ganar – ahora sí – en la categoría del cuarto de litro
Yamaha RD56, directa a la victoria en el cuarto de litro
Una vez que ya se tenía la montura, en Yamaha se cuidó la selección de los pilotos que iban a llevar la RD56. Un proceso que, por cierto, no deja de ser paradigmático sobre la forma y manera en la que el motociclismo nipón fue mezclándose con el europeo a costa de los bravos pioneros del pilotaje en Japón. Veamos. En 1963 la principal estrella unidad a la imagen de la Yamaha RD56 fue Fumio Ito. Un chico de 24 años que con su gran sonrisa y su tez morena era una mina publicitaria para la imagen de la marca enfundado en su mono de cuero negro.
Confirmado como un joven prodigio desde que comenzase a ganar importantes carreras en Japón con 16 años, Ito ya había competido en el mundial. Concretamente durante 1960, en la categoría del medio litro gracias al apoyo de un concesionario japonés de BMW. Sin embargo, en 1961 se sumó a la escuadra oficial de Yamaha. Gracias a ello en 1963 cosechó la primera victoria para la misma en una prueba del mundial, alzándose al primer puesto en la categoría del cuarto de litro en el GP de Bélgica a lomos de la Yamaha RD56.
Tras esto, la temporada acabó para él con el tercer puesto en la general. Por ello, a Ito se le veía con opciones serias de ganar el campeonato en 1964. Desgraciadamente, un accidente en Malasia le dejó en tan mala forma que sólo pudo participar en dos carreras del mundial antes de colgar las botas definitivamente. Con este sombrío contexto, Yamaha necesitaba a un nuevo piloto estrella para llevar la Yamaha RD56 en el mundial.
A los pocos años de la llegada masiva de motocicletas niponas al mundial se dio la paradoja de que, según éstas se hacían más mayoritarias, el número de pilotos japoneses sobre ellas descendía al tiempo que aumentaba el de occidentales. Algo que se ve en el traspaso de protagonismo desde Fumio Ito a Phil Read
Este fue el momento en el que Phil Read entró en juego, siendo fichado precisamente durante el GP de Japón de 1963 dejando así la Norton con la que compitió hasta la fecha. El resto de aquella temporada fue pasando como un periodo de adaptación, estando plenamente listo a optar a lo más alto en 1964. Y así fue, ya que Read se hizo con el título de pilotos en el cuarto de litro después de cinco victorias. Un éxito inapelable que continuó en 1965, cuando volvió a ganar con la Yamaha RD56. Tras esto, y ya con otros modelos, revalidó el título en 1968 y 1971. Consiguiendo además el mundial de octavo de litro en 1968 con una Yamaha RA97. De esta manera el mundo de las dos ruedas pudo sacar dos conclusiones generales. La primera fue que las marcas japonesas habían llegado no sólo para quedarse sino para dominar este deporte. La segunda consistió en que, aun siendo aquellas monturas las más efectivas, los pilotos occidentales no serían desplazados como fueron las marcas tradicionales. Lejos de ello, fueron los pilotos japoneses quienes quedaron en un segundo plano al ver cómo Phil Read y otros muchos se acoplaban a las escuadras niponas. Paradojas del mundial.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS