Vuelta a los orígenes: montar en Vespa

Vuelta a los orígenes: montar en Vespa

Cuando decides tomarte la vida "vespacito"


Tiempo de lectura: 13 min.

El colectivo motero es tan asombrosamente grande que puede llegar a escandalizar a los neófitos que llegan a este entorno por primera vez, ya que aunque a todos los moteros -o motoristas, bikers o simplemente conductores de moto- nos une el sentimiento conjunto de la pasión por las dos ruedas, hay multitud de monturas, gustos, estilos y categorías bajo el paraguas del motociclismo.

Curiosamente, aunque a algunos se le haga “bola” alguna de estas categorías, no he conocido a nadie que no le gusten las Vespas -haberlos, los habrá, seguro estoy-. En mayor o menor medida, cuando he estado con algún amigo o aficionado charlando y han salido las Vespas a relucir en algún tema de conversación o ha pasado alguna cerca de nosotros, siempre hemos hablado de ellas con cierto cariño y actitud positiva.

Reconozco que no había montado mucho en Vespa más allá de los dos exámenes que tuve que hacer para examinarme del carnet A1 y A -sí, yo pertenezco a ese grupo incongruente de personas que podíamos aprobar el carnet por la mañana e ir por la tarde a por una R6 al concesionario y limitarla a 34 CV y circular legalmente-, aunque tengo el culo pelado de circular en un Vespino heredado de mi tío durante toda mi adolescencia, que no es lo mismo, pero vienen de la misma familia.

Paseo Vespa 02

Vespa Sprint 150 (1967)

Por eso, cuando mi amigo Jaime “Mito” Martín me ofreció salir a rodar con su club de Vespas no pude resistirme, y sin pensarlo dos veces me vi en la obligación de decirle que sí. Nos costó un poco concretar el día, entre compromisos laborales, familiares y una climatología que no ayudaba, pero la experiencia os anticipo que mereció la pena.

Quedamos un sábado temprano, sobre las 9.30 de la mañana y en ese momento me di cuenta de que esto no iba a ser como otras veces, en las que quedas con un grupo de moteros y te los encuentras impacientes, ultimando detalles y configuraciones como si fuésemos a salir a ver quien bate la pole ese día.

Habíamos quedado para desayunar, y yo, que no soy la persona más puntual del planeta, llegué incluso antes que mi amigo, por lo que tuve que presentarme al resto del grupo que nos acompañaría y que con una sonrisa en la cara que no desapareció en todo el día me hicieron sentir uno más. Muchas gracias a todos desde aquí.

Un café con leche y dos churros después nos acercamos a las motos, todas Vespas, tres modernas con motores de cuatros tiempos y dos clásicas con incombustibles motores de dos tiempos que son las que Jaime había preparado para que yo probase. Sin anestesia, y con más miedo que vergüenza le pedí la más vieja, una preciosa Vespa Sprint 150 del año 1967 de la que es dueño desde hace un par de años y de la que se encarga personalmente de reparar y poner a punto.

Paseo Vespa 04

Vespa Sprint 150 (1967)

Degustación de Vespa clásica

Me subo en ella y todo me suena, ese manillar casi de bici con faro incorporado y esos puños de goma me resultan muy familiares, ¡quien pudiese volver a los 14 años para dar una vuelta con aquel Vespino! Hago un repaso mental de las veces que había cogido la Vespa, pero los años me habían hecho olvidar que en su puño izquierdo venía un dibujo troquelado con las posiciones del cambio y que ¡la primera es hacia arriba! -maldito Alzheimer-.

Sigo observando y veo que aquí no hay contacto en el que meter las llaves que me han dejado, son para la guantera delantera, el asiento y los cofanos laterales. Así que decidido le doy una patada a la pata de arranque y ¡sorpresa! arrancamos a la primera. El sonido es adictivo, irregular, metálico, un sonido único que no se parece al de ningún otro motor, con compases de un pistón que se muestra lleno de vida y que cuando lo escuches por primera vez serás capaz de reconocerlo toda la vida sin tan siquiera ver la moto.

Me dispongo a salir, meto primera y obviamente ¡se cala! Le digo desde dentro del casco que tenemos que llevarnos bien, mientras busco un punto muerto que no es fácil de encontrar y alguno de mis compañeros se ríe, arrancamos de nuevo y acelerando un poquito más, ahora sí, salimos. Una vez en marcha, hay varias cosas que me preocupan, la dirección se nota totalmente suelta, no opone ningún tipo de resistencia, y un niño de dos años sería capaz de mover el manillar de un lado a otro sin ningún tipo de esfuerzo.

Paseo Vespa 06

Vespa Sprint 150 (1967)

Por otro lado me preocupan las ruedas, no me gustan las scooter de rueda pequeña, y este cacharro lleva llantas de 10 pulgadas con unos finísimos neumáticos más pequeños de los que montan algunas bicis hoy en día, con lo que meterte en cualquier bache será como si cruzases un cráter lunar.

Por último, la posición, no acostumbro a montar en scooter y aquí, aparte de tener unas ruedas finísimas, tenemos un peso que sobresale a los dos lados del eje central de la moto, por lo que los primeros kilómetros recorridos os anticipo que intenté tener pulso y estabilidad de cirujano.

Cruzamos la ciudad, y poco a poco me habitúo a la posición de conducción, al tacto del embrague y a una continua pelea hombre-máquina para pasar de tercera a segunda velocidad sin pasarme y dejarla en punto muerto. De repente aparece un resalto y hallo un nuevo problema que no había tenido en cuenta, este aparato frena digamos que en una escala de 0 a 10, entre 2 y 1,5, y las suspensiones tienen un recorrido bastante corto, por lo que hay que ir con los deberes hechos a cualquier curva o elemento que nos obligue a reducir drásticamente la velocidad.

Paseo Vespa 03

Vespa Sprint 150 (1967)

Salimos a carretera y poco a poco me voy soltando, voy engranando cada marcha hasta llegar a la última, la cuarta, el motor no se nota excesivamente revolucionado, y echo un vistazo al marcador y veo que vamos por encima de 80 km/h, nada mal para esta pequeña. A medida que vamos recorriendo kilómetros por carreteras secundarias estoy más hecho a las reacciones de esta avispa, y esto me deja libres algunos recursos atencionales que me permiten disfrutar los estupendos paisajes de sierra por los que circulamos.

Vamos tranquilos, rodando acompasados, sin querer poner en aprietos en ningún momento ni a las monturas, ni a ninguno de los miembros del grupo ¡y como lo estoy disfrutando! Servidor, que no canto ni en la ducha, me sorprendo tarareando entre carreteras sinuosas, paisajes preciosos y el ruido que emana de este pequeño monocilíndrico a modo de banda sonora ¡ni los Rolling se lo montan tan bien!

Pronto el recorrido empieza a volverse sinuoso, y hay que estar al pie del cañón, empezamos a subir un tramo de curvas con pendiente ascendente y hay que preocuparse del cambio si no quiero que la moto se quede muerta -los bajos brillan por su ausencia-, venimos a una media real de unos 80 km/h y subiendo la moto va aminorando un poco la velocidad.

Paseo Vespa 25

Hay que bajar a tercera y dejar que el motor se revolucione, se nota alto de vueltas, pero me fijo en mi compañero y veo que el sonido de su moto es similar al de la mía, por lo que me olvido un poco del temor de hacer sufrir a la mecánica, vamos escarpando despacio pero sin pausa, y las curvas que antes me agobiaban las voy enlazando como si llevase muchos kilómetros montado sobre ella.

Llegamos arriba, y comenzamos a descender. Otra novedad, el motor no retiene prácticamente nada y los frenos, como decía, no llevan precisamente unas pinzas Brembo Stylema, por lo que no puedo entrar pasado o me iré rápidamente a recoger amapolas. Hay que ir en todo momento a la velocidad adecuada, una que no ponga en apuros a la moto, y esto está siendo tremendamente divertido, porque aunque no vayas a gran velocidad tienes que estar muy pendiente de todo en todo momento.

Seguimos bajando y hemos adelantado incluso a un Suzuki Vitara y hemos pasado por un control de la Guardia Civil en el que no nos han parado y ¡nos han mirado con una sonrisa en la cara! ¿Será que a ellos también les hace ilusión ver pasar a cinco locos en Vespa?

Atravesamos varias poblaciones y el problema que creía haber superado con el cambio vuelve a aparecer, quiero pasar de tercera a segunda y me cuesta encontrarla en la mayoría de las ocasiones, pasándome y encontrando el punto muerto de una manera muy sencilla, seguiremos trabajando en esto.

Paseo Vespa 07

Vespa TX 200 (1991)

Seguimos nuestro camino y a media mañana paramos a tomar un refresco y charlamos acerca de la ruta y de lo bien que lo vamos pasando con la moto. Me cuentan anécdotas y hasta un señor que ha visto las motos aparcadas en la puerta pasa preguntando por nosotros para intentar vendernos una Vespa que tiene arrumbada en un garaje hace muchos años y que viendo el hype que tenemos quiere vender a precio de Ducati Superleggera V4.

Turno de la Vespa youngtimer

Antes de reemprender la ruta cambio de moto, ahora es el turno de la Vespa TX 200 de 1991. Esta moto lleva mucho más tiempo con “Mito” acompañándole en numerosas aventuras desde que empezó a rodar, incluso ha llegado a ir a Santiago de Compostela (A Coruña) desde Linares (Jaén) y ha realizado varios viajes de varios días junto a ella, por lo que la moto no está en perfecto estado.

Es una moto bien mantenida pero que se usa y se disfruta, y de esto el compañero sabe mucho

Parece que todo es igual, pero la ergonomía de la moto cambia un poco, el pedal de freno no se encuentra en el mismo sitio, y el tacto de todos los mandos también ha cambiado, pareciéndose más al de una moto algo más convencional. Al fin y al cabo, aunque sea el mismo concepto, hay 20 años de evolución entre un modelo y otro -evolución a su manera-.

Ahora el cambio funciona mejor, y los frenos parece que también tienen más mordiente, incluso según voy avanzando varios kilómetros la noto más estable. Además aquí ya podríamos decir que hay algo de electrónica, tenemos que poner la llave para dar al contacto e incluso hay nivel de gasolina y ¡tacómetro!

Paseo Vespa 10

Vespa TX 200 (1991)

Vamos avanzando y noto que la moto va infinitamente mejor, me parece objetivamente menos bonita que la anterior, pero el salto evolutivo entre una y otra se nota lo suficiente para que me encariñe con la nueva pareja del baile. Seguimos haciendo carreteras secundarias, que es el hábitat natural de estas motos, donde se puede rodar a un ritmo en el que no molestar a los demás usuarios de la vía, mantener nuestra seguridad y no ir exponiéndote a riesgos mecánicos innecesarios.

Los paisajes son infinitamente más bonitos, aquí no se busca la velocidad sino disfrutar lo máximo del trayecto

Volvemos a zona de curvas, y la mayor estabilidad, mejor frenada y la confianza ganada hacen que disfrute cada vez más con una moto que a duras penas roza los 100 km/h, pero que transmite toda la información que le llega al conductor, baches, asfalto rizado, juntas, si el motor funciona forzado… todo lo sabes si eres capaz de prestarle atención.

Seguimos haciendo kilómetros hasta la hora de comer y paramos en un pueblo precioso de la sierra de segura, Hornos. Comemos a los pies del castillo, con tranquilidad, sin prisa, charlando sobre las motos y otros temas que la mayor parte de las veces están relacionados con ellas, llega el postre y volvemos a salir.

Paseo Vespa 21

Vespa TX 200 (1991) y Vespa Sprint 150 (1967)

Sigo haciendo el camino después de comer con la TX y nos dirigimos hacia Segura de la Sierra, aquí la carretera serpenteante y bien asfaltada vuelve a tener pendiente ascendente y ahora estoy dispuesto a sacar lo mejor de la moto, intento llevarla rápido. Hay que estar pendiente del cambio y reducir a tercera -e incluso segunda en las curvas cerradas- y el problema de no encontrar el punto muerto ya se ha superado.

Me sorprendo a mí mismo moviéndome sobre el asiento, sacando el cuerpo hacia los lados, y es que estas motos sin duda se hacen querer, obviamente no voy rápido, pero parece que voy trazando a mucha más velocidad. Me lo estoy pasando en grande, y quiero que la carretera no se acabe y seguir estirando el motor, pero pienso que la moto no es mía y que tienen muchas horas de curro invertidas y no quiero acabar haciendo la bayeta, así que atempero mi entusiasmo y sigo subiendo algo más tranquilo.

Tomamos café de media tarde y hacemos el camino a la inversa, intentando cambiar el recorrido de alguno de los pueblos por los que pasamos en el viaje de ida mientras voy meditando sorprendido de lo que se puede disfrutar con estos dos cacharros, voy pensando si las Vespas modernas con cambio automático y motor de cuatro tiempos serán igual de divertidas, como las Vespa Sprint y GTS Super Racing Sixties que acaban de salir.

Paseo Vespa 23

Las modernas se ven más estables, desde luego, pero no he podido coger ninguna, quizá más adelante, pero no me gustaría que enturbiasen la buena sensación que me han dado las dos tiempos. Llegamos a Linares y me toca despedirme de los compañeros y volver a coger mi moto.

Hago el último tramo de vuelta a casa ya de noche, qué corto se me ha hecho el día, y durante un trayecto de 50 km de autovía no puedo dejar de pensar en que me lo he pasado mil veces mejor con las Vespas a 80-90 km/h que con una moto de 100 CV por un tramo de autovía. No sé cuando, pero estoy seguro que en algún momento de mi vida tendré una.

¡Larga vida a las Vespas y a todos las que las mantienen y recuperan!

Gracias al Vespa Club Jaén, y en especial a Jaime Martín por la oportunidad de reencontrarme con una forma de conducción tan analógica.

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Sobre mí

Jesús Guillermo Pozo

Nací entre las historias de mi abuelo sobre su Derbi 125 Especial y el terrorífico sonido del escape 4 en 1 de la GPX 600 de mi tío y la belleza de su Vmax 1200. Mi padre, fue mi primer profesor con su viejo SEAT 127, y mi madre, cuenta que aprendí las marcas de los coches antes que el alfabeto.

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javier
Invitado
javier

Genial Guillermo !! has descrito las sensaciones tal y como son, literal !!! tengo una Primavera de 1978 y una K 1200S, y con la Vespa siempre tengo una sonrisa en la cara, a pesar de que cualquier bache sea un cráter lunar, no frene, no corra….pero es una Vespa !!! Si tienes dinero y espacio para tenerla (ocupan muy poco) pon una Vespa en tu vida !! wink

Pedro Ivan
Mecánico
Pedro Ivan

Me ha encantado este relato, a veces lo más simple es lo más auténtico y lo que más nos hace disfrutar, creo que lo he comentado por aquí, tenía una Suzuki Inazuma 750 c.c, me dio un venazo y se vino a casa una octavo de litro de 2T, una espinita que tenía desde la adolescencia, adivinad cual se ha quedado en casa…

Pablo Mayo
Editor

Gran reportaje Guillermo. Lo has transmitido tan bien, que me he sentido como si hubiera estado allí. Esto me hace pensar que podría ser una buena propuesta para nuestros amigos de Roadstr disponer de una aplicación para planificar rutas en moto.


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