Os voy a ser sincero: le tengo un cariño especial a las Honda CBR de baja cilindrada. Hoy os voy a hablar de la Honda CBR 300 R, una moto que llegó a España en 2014 y que pasó por el mercado sin que nadie se diera cuenta de su presencia, hasta que fue descatalogada unos pocos años después.
La receta de esta moto era bien sencilla: ofrecer un producto con una estética deportiva y chula, una mecánica fiable con muy bajo mantenimiento, y un precio de venta comedido. Todo ello iba aderezado con la clásica racionalidad y calidad de construcción que tan bien sabe transmitir Honda a todas sus creaciones. El resultado era una moto cómoda, polivalente y utilitaria, pero vestida de deportiva.
A priori no era una mala idea ya que, de hecho, su hermana pequeña, la Honda CBR 125 R, llevaba años vendiéndose como churros en el segmento de las octavo de litro por estos lares con similares argumentos. Sin embargo, corrió la misma suerte que su predecesora, la Honda CBR 250 R, y por idénticos motivos. ¿Qué es entonces lo que salió mal? Pues básicamente que apuntaba a un segmento inexistente. O, mejor dicho, a un segmento que había dejado de existir hace unos pocos años.
El “problema” era el motor. El monocilíndrico de 278 cm3 estaba bien, sobre el papel. Tenía refrigeración líquida, cuatro válvulas por cilindro, inyección electrónica de combustible, y toda la experiencia de Honda con estas mecánicas que aseguraba una vida larga y sin sobre saltos, un consumo de combustible pírrico y un agrado de uso excelente.
Daba 30,7 CV a unas plácidas 8.500 vueltas. No era una potencia que fuera a impresionar a nadie ni mucho menos, pero sí eran caballos “voluntariosos” de esos que siempre están ahí dispuestos a ayudarte en cuanto les llamas a filas con un pequeño giro del puño derecho. Potencia útil, potencia muy válida para el día a día, pero que a fin de cuentas no impresiona cuando vemos las cifras en el catálogo o en la última comparativa de Internet.
Y esto pasó en una época en la que en España ya no había demanda de este tipo de motos. Con 31 CV de potencia caía de pleno en lo que yo llamo la “zona muerta”. Quizá con el antiguo carné A y la limitación a 34 CV habría tenido mucho sentido, al igual que lo tuvieron otras motos en su día como la Kawasaki ZZR 250 y posteriormente la Kawasaki Ninja 250, la propia Honda VTR 250, o incluso aquellas Hyosung GT 250 Comet bicilíndricas.
Pero en 2014 la gente que se sacaba el carné de moto, el A2, ya iba con la cabeza pensando en motos de “cuarenta y tantos” caballos, y si me apuras incluso motos más grandes para limitarlas en potencia, que ya se sabe: burra grande ande o no ande.
Es por ello que la opción racional de 31 CV dejaba de tener sentido ya que era “poco más” que una 125, y empezaba a haber motos igualmente racionales pero que aprovechaban mejor las bondades del nuevo carné, como las KTM RC 390 o incluso teniendo el enemigo en casa con la Honda CBR 500 R.
Ojo, cuando hablo de fracaso en ventas, en todo momento me estoy refiriendo a España. El truco de esta moto es que en otros mercados con menor poder adquisitivo y en general países en vías de desarrollo, este tipo de deportivas pequeñas y asequibles lo están “petando”.
En estas zonas, es esto o “nada” si hablamos de motos prestacionales, ya que las grandes tetracilíndricas de 600, no digamos ya las de 1000, quedan lejísimos del poder adquisitivo de una gran mayoría de la población. Es por eso que a Honda no le “costaba” fracasar con este modelo en nuestro país puesto que es un producto que ya tenía diseñado y fabricado para otros mercados, y la trajeron aquí para probar suerte y ver si sonaba la flauta, cosa que, como digo, no ocurrió.
Bueno, vamos al asunto. Decía que me encantan estas Honda CBR pequeñas, y posiblemente esta Honda CBR 300 R fuese la mejor de todas, aunque como digo una de las menos vendidas en nuestro país. La gracia está en lo mucho que ofrecen a cambio de lo poco que piden. Estamos hablando de una moto que pesa 164 kg lista para rodar, con unos neumáticos muy estrechos y económicos, y una parte ciclo que, sin grandes alardes ni estridencias, cumple con nota para el cometido y la potencia de la que dispone el modelo. Como digo, es la opción lógica y racional.
A cambio te llevas una “bicicletilla” en el mejor sentido posible del término. Una moto muy maniobrable, cómoda, práctica y ligera, ideal para el día a día y tus desplazamientos de rutina. Su consumo de combustible puede ser verdaderamente pírrico, bajando de los 3 l/100 km si andas con un poco de cuidado. Es en este aspecto donde salen a relucir las grandes ventajas de ese monocilíndrico “descafeinado” que decíamos antes.
Pero no acaba aquí la cosa. No estamos ante una 125 de esas de ir a comprar el pan. Tenemos 31 CV y eso nos permite salir a autovía con garantías e incluso mantener unos plácidos 120 km/h sostenidos como velocidad de crucero sin miedo a romper ni forzar la máquina. Esto, unido al bajo consumo, a la postura nada agresiva, y al carenado, hacen que sea una moto también válida para rutear e incluso realizar largos viajes siempre que no requieras de las máximas comodidades.
Quizá donde se quede un poco más escasa e insuficiente sea en su vertiente sport (qué cosas, hablando de una CBR). Aquí los 31 CV se pueden antojar un poco escasos para ciertos usos. Nos lo podemos pasar muy bien con ella en carreteras reviradas y en general en trazados de curva lenta gracias a su enorme agilidad y bajo peso. El puerto de montaña por carretera ultra comarcal es su hábitat natural.
Por el contrario, a medida que la carretera se vaya despejando y entremos en trazados más rápidos y con virajes menos cerrados, entonces la falta de velocidad hará que vayamos casi todo el tiempo con el gas abierto al máximo e implorándole a todos los santos del calendario un poco más de ritmo.
Llegados a este punto, es donde os comentaría cómo anda el mercado de ocasión y de cuan interesantes pueden resultar en relación a otras opciones. Sin embargo, me ha sido imposible encontrar si quiera una sola unidad a la venta de segunda mano por lo que… a todos los que guste esta propuesta, casi mejor quitaros la idea de la cabeza.
Calcula cuánto cuesta asegurar una Honda CBR 300 con nuestro comparador de seguros.
Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS