Moto del día: BMW R68

Moto del día: BMW R68

Fue la primera BMW de serie en pasar de las cien millas por hora, un puntal publicitario para sacar músculo después de la posguerra


Tiempo de lectura: 4 min.

Aunque para muchos aficionados la BMW R68 sólo sea una más entre las múltiples motocicletas de la marca fabricadas en sus tiempos clásicos, lo cierto es que es mucho más que eso. No en vano, para empezar con fuerza los años cincuenta BMW necesitaba un modelo con el que volver a reclamarse, con el que volver a proclamar su potencial prestacional como antigua marca de referencia. Y es que acaba de pasar algunos de sus años más oscuros. Así las cosas, lo mejor será ir por partes. Para empezar, hemos de situarnos en los años treinta. Una década en la que la ingeniería automotriz germana creció como la espuma bajo el amparo político del partido nazi. Eso sí, aquel amparo no estaba movido por una visión ilustrada en la que la ciencia se usara a forma de palanca para el progreso.

Lejos de ello, las ambiciones imperialistas del III Reich espolearon todo lo relacionado con la movilidad, principalmente, por dos motivos. El primero se basaba en el desarrollo de una economía centrada en la guerra, gastando verdaderas fortunas en un desarrollo tecnológico aplicado al militarismo. De hecho, esto se vio especialmente en la aeronáutica, donde se generaron grandes avances que, afortunadamente, finalmente fueron utilizados en fines más constructivos como los cohetes espaciales o la inyección directa en nuestros automóviles. Todo ello, claro está, ya después de la contienda.

Por otra parte, el segundo tenía que ver con la propaganda. De esta manera, Hitler estaba especialmente interesado en auspiciar todo tipo de récords de velocidad o victorias deportivas que, de una manera u otra, demostrasen la presunta superioridad técnica del pueblo alemán. En este sentido ahí está todo el apoyo oficial dado a Mercedes para construir bólidos como su Pájaro Negro o a BMW de cara a conquistar éxitos en carreras como la Mille Miglia con sus magníficos 328. Así las cosas, por si no fuera bastante con todo aquello algunos fabricantes también se beneficiaron de sustanciosos contratos con la administración nazi. La cual, además, incluso llegó a proporcionar mano de obra esclava a los mismos durante los años bélicos. Debido a esto, obviamente el final de la Segunda Guerra Mundial requeriría de cierta generosidad para no caer de nuevo en los errores cometidos por el Tratado de Versalles pero, al tiempo, también hacía falta depurar responsabilidades.

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Las sanciones aplicadas por los aliados tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial limitaron la cilindrada de los motores que se podían producir en Alemania

BMW R68, la primera en pasar de las cien millas por hora

Más allá de los procesos políticos y judiciales a los responsables del nazismo, los aliados llevaron a cabo una estrategia prudente respecto a la reconstrucción de Alemania. Y es que, si por un lado estaba claro que aquel país debería ser reconstruido para la correcta cohesión de Europa en pro de una paz duradera, también existía un gran consenso sobre el ser prudente. Es decir, no se permitió a los fabricantes automotrices alemanes hacer lo que les viniera en gana. Al menos en un tiempo.

Con este panorama, los aliados impusieron a fabricantes como BMW o Mercedes limitaciones muy concretas sobre la cilindrada máxima que podrían llevar sus motores. Todo ello, principalmente, con la idea de no permitir un eventual rearme especialmente en la aviación. Así las cosas, BMW pasó unos años verdaderamente complejos. Con una gama de motocicletas limitadas a los 250 centímetros cúbicos y ningún coche en su gama. De hecho, hasta que se levantaron aquellas sanciones ya casi llegada la década de los cincuenta BMW tuvo que fabricar ollas y material de cocina para sobrevivir.

Es más, en su haber incluso se registraron arados y material agrícola. En fin, un tránsito necesario para, ya en los cincuenta, ir recuperando músculo poco a poco. De esta manera, en 1952 presentó una evolución de la R66 capaz de atrapar la atención de los titulares extranjeros. Se trataba, al fin, de la BMW R68 con un motor bóxer – cómo no, estamos hablando de BMW – refrigerado por aire con 35 CV y 7.000 revoluciones por minuto. Además, incorporaba un cambio al pie como ya dispuso la R5 de 1936.

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Fue la primera motocicleta de BMW en superar las cien millas por hora además del primer gran modelo de los años cincuenta para la marca, toda una declaración de intenciones

Además, gracias a la mejora de la compresión su motor con 594 centímetros cúbicos era capaz de llevar los 190 kilos de la BMW R68 hasta los 169 kilómetros por hora. O lo que es lo mismo, era la primera motocicleta de serie fabricada por la marca con la capacidad de sobrepasar las cien millas por hora. Sin duda, una publicidad sensacional de cara al mercado anglosajón. Gracias a ello, la casa bávara sacaba de nuevo músculo tras los tiempos de posguerra, empleando desde entonces sus afanes tecnológicos en fines relacionados con la movilidad personal y el disfrute al volante y el manillar.

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Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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