Moto del día: Yamaha Majesty 250

Moto del día: Yamaha Majesty 250

Lanzada en 1995, esta maxiscooter fue una culminación lógica en la historia de la marca con los scooter.


Tiempo de lectura: 3 min.

Si bien la historia de los scooter fabricados por Yamaha tardó bastante en arrancar, cuando lo hizo fue por todo lo alto. Dicho esto, lo mejor será situarnos en 1960 a fin de comprender lo que deseamos expresar. Así las cosas, durante aquel año la casa nipona presentó su SC-1. Primer modelo scooter en su gama y, a la sazón, una máquina urbana con altísimos estándares de calidad tanto en los acabados como en la mecánica.

Es más, estos eran tan altos que hicieron del modelo un fracaso en ventas pues su precio resultaba demasiado elevado para lo que un japonés medio estaba dispuesto a pagar en aquellos días por una motocicleta de cuadro abierto. Más aún cuando, además, tan sólo elevando un poco más las miras se podía conseguir una YD-1 con cuarto de litro y aspiraciones Sport Turismo lanzada tres años antes.

Tras esto, en Yamaha se centraron en sus máquinas de velocidad, Off-Road y Turismo dejando a un lado todo lo que tenía que ver con los diseños estrictamente urbanos. Sin embargo, en 1981 se volvió a la carga gracias al Beluga. Un scooter -esta vez con un monocilíndrico de 49 centímetros cúbicos en vez de los 175 vistos en el SC-1– pensado para seducir a ejecutivos asediados por el congestionado tráfico urbano dado en Japón. En fin, una especie de “vehículo de última milla” para moverse entre el aparcamiento donde se deja el automóvil y el puesto de trabajo en el centro financiero de la ciudad.

De todos modos, aquello tampoco pareció tener éxito. Y es que, por alguna razón, cada vez que Yamaha se disponía a lanzar un modelo scooter o incluso ciclomotor para el día a día en la ciudad lo hacía con elementos y acabados propios de segmentos mucho más exclusivos. Algo que, para entender en términos automovilísticos, venía a ser como Renault hubiera querido dar a toda la gama del Supercinco o el Clío los estándares presentados en las versiones Baccara.

Con todo ello, Yamaha siguió experimentando en la línea de hacer exclusivo lo popular, logrando al fin un auténtico éxito en 1995 gracias al Majesty 250. Ni más ni menos que el primer “scooter grande” de la marca, pensado para alternar la movilidad urbana con ocasionales viajes de fin de semana gracias a sus prestaciones, comodidad y capacidad de carga. Pero vayamos por partes. Para empezar, el chasis se diseñó con la rigidez por bandera sin escatimar por ello el tamaño pues, no en vano, estamos ante un vehículo de dos ruedas realmente voluminoso.

Yamaha había sacado muy pocos scooter y, además, muy espaciados en el tiempo; eso sí, siempre estuvieron movidos por los mayores estándares de calidad

yamaha majesty 250 1995 (2)

Además, en lo referido a la mecánica se partió de cero para montar un nuevo motor monocilíndrico con cuatro tiempos y 249 centímetros cúbicos capaz de rendir hasta 21 CV a 6.500 revoluciones por minuto. Más que suficiente de cara a mover con alegría los 147 kilos del Majesty 250 junto al peso de dos pasajeros y un cierto equipaje pues, a pesar de ser un scooter, este modelo cuenta con huecos generoso para la carga.

Todo ello rematado con una excelente ergonomía -y aerodinámica, con un cuidado estudio del carenado- así como unos acabados plenamente destinados a dar la máxima comodidad posible. En fin, todo un scooter de lujo con el cual al fin la casa nipona lograba hacer algo excelente de lo a priori popular, creando de paso un nuevo tipo de motocicleta especialmente visible en nuestros días. Un verdadero éxito sin paliativos.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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