“ No me pagan lo suficiente por llevar esa cosa “ o “ Esta moto un día va a matar a alguien “ son sólo dos de las lindezas dedicadas por el campeón Kenny Roberts – primer norteamericano en hacerse con un Mundial de 500 – a la Yamaha TZ750 Flat Track. ¡Y eso que es una de las motocicletas básicas para entender su meteórico ascenso hacia la cima! Una paradoja que merece ser explicada paso a paso, por lo que deberemos retrotraernos hasta el último día del año 1950. Momento en el que nació en California Kenneth Leroy Roberts, quien empezó su carrera profesional en 1973 destacando ampliamente en el campeonato de la American Motorcycle Association.
Una competición de lo más interesante, ya que en ella se combinaban pruebas en circuito con pruebas sobre tierra. De esta manera, cada piloto tiene que usar diferentes monturas en situaciones muy distintas, siendo necesario el despliegue de habilidades y conocimientos versátiles por encima del estar especializado. Así las cosas, en el campeonato de la AMA Kenny Roberts tenía que demostrar su capacidad para hilar fino enlazando curvas sobre asfalto al tiempo que debía desplegar el enorme poderío físico requerido por las carreras de Flat Track. Muy características del calendario norteamericano, caracterizándose por dar vueltas sobre un óvalo de tierra a toda velocidad con no pocos derrapajes y cruzados en las curvas.
Con todo ello, nuestro protagonista destacó muy pronto debido a su estilo extremadamente corporal. Y es que Kenny Roberts parecía correr como un poseso, exhibiendo un pilotaje rotundo, casi abiertamente agresivo, al tiempo que en la carreras sobre tierra usaba todo el cuerpo para contonearse sobre la motocicleta intentando controlar las inercias cual si de un jinete domando un caballo salvaje se tratase. De hecho, analizar el material gráfico correspondiente a las carreras sobre tierra puntuables para el campeonato de la AMA durante los años setenta cansa de por sí, siendo difícil imaginar cómo podrían quedar los cuerpos de los pilotos tras la prueba. No obstante, curtirse en este estilo tan físico fue decisivo para su exitoso devenir en el Mundial de 500.
Yamaha también quería introducirse en algo tan norteamericano como el Flat Track. Y lo hizo. Aunque más por el estilo agresivo de Roberts que por la efectividad en sí misma de su motocicleta
Yamaha TZ750, continúa la invasión japonesa
Los años sesenta fueron los del despertar de la industria nipona. Acantonada hasta el momento dentro de su archipiélago, sorprende ver cómo llegó a ser hegemónica en tan pocos años partiendo de una base tan pobre en lo que se refiere a cultura motociclista. No obstante, todo empieza a comprenderse cuando se analiza la fineza de su ingeniería y la sabiduría a la hora de tomar decisiones relativas a la competición. Y es que desde el primer momento marcas como Honda o Yamaha vieron lo conveniente de unir circuitos y concesionarios en su estrategia de ventas.
Llegados a este punto, a comienzos de los años setenta los fabricantes norteamericanos tradicionales estaban arrinconados en su propio mercado ante el auge imparable de las monturas japonesas. Y es que, desde las urbanas hasta las superbikes, éstas parecían estar destinadas a ocupar los primeros puestos en cada especialidad deportiva y nicho de mercado. No obstante, en el caso de las tradicionales Flat Track – como antes dábamos a entender, indisolubles a la génesis del motociclismo en los Estados Unidos – Harley seguía siendo la referencia.
Así las cosas, Yamaha entró con fuerza en las carreras sobre tierra a comienzos de los setenta con sus TZ adaptadas a la práctica del Motocross. Con sus cuatro cilindros en línea para un cubicaje de tres cuartas partes de litro, esta motocicleta no era tan efectiva como las Harley. Además, se mostraba bastante imprevisible. Muy ruda. Dicho de otro modo: lejos de acompasar la labor del piloto parecía querer luchar contra la misma.
Aquel fraguarse en lo físico de aquellas carreras contribuyó a que Roberts ganase su primer campeonato de 500 nada más llegar a la categoría con un estilo de pilotaje fresco e imprevisto
Sin embargo, Kenny Roberts y su estilo directo y muy físico lograron poner a la Yamaha TZ750 por delante de las Harley. Algo que, repetimos, no se debe tanto a la montura japonesa como al pilotaje del americano, quien en aquellos años se empezó a ganar el apodo de “ El Marciano “ debido al inusual despliegue físico que realizaba. Además, fue uno de los primeros pilotos en usar las rodillas para equilibrar la moto o dar gas al salir de curva provocando un derrape que podía controlar. En fin, un verdadero espectáculo lo de aquel “ Marciano “.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS