Seguro que parece un poco locura, pero la división de coches de BMW quiso cerrar BMW Motorrad a finales de los 70. Por aquel entonces, la división de dos ruedas de la compañía alemana iba como pollo sin cabeza y necesitaba urgente renovarse o bien, como querían desde la división de coches, cerrar y como se suele decir, a otra cosa mariposa. Para evitar que BMW Motorrad desapareciera había que comenzar a desarrollar nuevos productos que fuera realmente eso, nuevo, aunque debemos aclarar que ahora usamos dicha denominación para diferenciar ambas divisiones, ya que BMW Motorrad no apareció hasta 2007.

Por aquellos años, todos los modelos de BMW motor se basaban en tecnología ya superada y además, eran productos caros. No se puede decir que fueran malas motos, pero faltaba algo para que, realmente, las ventas fueran suficientemente buenas. Cuando la sombra del cierre comenzó a sobrevolar la división, había varios proyectos en desarrollo, proyectos que acabarían por convertirse en la BMW K100, pero hacía falta algo de tiempo para poder completar el trabajo y lanzarlos al mercado. Tiempo y llamar la atención, claro. Y lo mejor que se les ocurrió fue la BMW Futuro.

Los prototipos no son algo común en el mundo de las motos, son más usados entre los fabricantes de automóviles, pero es cierto que cuando se ha presentado una concept bike ha sido bastante peculiar y llamativa, como es, justamente, el caso de la BMW Futuro –nombre sin gracia ni carisma, por cierto–. Vista después de 40 años, la moto resulta extremadamente peculiar, así que allá por los 80 tuvo que generar mucho interés. Sobre todo cuando se trataba de una BMW. Del diseño de dicha montura se confió en Rainer Buchmann, conocido especialista en Porsche, BMW y Mercedes, quien contó con la ayuda de su hermano, que trabaja con él en su taller. Ninguno de los dos había diseñado una moto en su vida…

El hecho de ser un proyecto creado por un diseñador de automóviles y además, externo a la marca, fue, posiblemente, el desencadenante de muchas cosas que esconde este prototipo. Sus formas, por ejemplo, apenas necesitan descripción, pues queda patente que se buscaba la máxima aerodinámica y ocultar al piloto todo lo posible. Sin embargo, las formas no tenían nada que ver con lo que había hecho BMW hasta la fecha, ni tampoco se pueden asociar a nada que haya hecho después, además, se fabricó con Kevlar. Sin embargo, lo más interesante estaba oculto a la vista. El chasis, una estructura monocasco de aluminio, que daba soporte a un “viejo” motor boxer de varillas y balancines procedente de una BMW R80.

La marca no podía mostrar su nuevo motor, el famoso K100 que llegaría en 1983, así que para salir al paso, tomaron lo que tenían a mano aunque no se conformaron con lo que había. Llevaron a cabo varias modificaciones como la instalación de alimentación mediante inyección Bosch L-Jetronic y se acoplaron un turbo KKK, que permitió aumentar la potencia desde los insulsos 50 CV que rendía, a unos más interesantes 75 CV. Sí, no era nada del otro mundo, pero más que suficiente para superar a las BMW R100RS y para llegar, según publicó la marca en su momento, a los 201,2 km/h.