Siempre y cuando sólo se tenga la visión de las grandes Harley-Davidson clásicas pensadas para ir lentamente envueltos en un especial ambiente sonoro, la RR350 aparecerá como una máquina imprevista. No obstante, lo cierto es que la casa americana estuvo presente en el mundial de velocidad. Además, su entrada fue bastante exitosa. Algo que, en verdad, de debe matizar completamente ya que el mérito no vino de los Estados Unidos sino de Italia. Así las cosas, ¿cómo narrar esta historia con orden y concierto? Llegados a este punto, lo mejor será ir hasta el principio.
De esta manera, hemos de tener presente cómo Harley-Davidson empezó intuir muy pronto los cambios que habrían de aquejar al mercado estadounidense de los años sesenta. Gracias a ello, ya a mediados de los cincuenta mostró un interés creciente por las monturas con cilindradas medias. Es más, incluso llegó a lanzar un curioso modelo scooter el cual, hoy en día, sigue sorprendiendo a no pocos aficionados convencidos de que la marca sólo ha hecho las grandes y pesadas monturas mediante las cuales ha obrado su fama.
Nada más lejos de la realidad. De hecho, viendo cómo las cilindradas medias se iban a apoderar del mercado durante los sesenta – más aún cuando la nueva ola japonesa puso multitud de modelos de gran calidad a precios bastante populares – Harley-Davidson quiso sumarse al fenómeno recurriendo a la casa italiana Aermacchi. Al fin y al cabo, ésta contaba con una amplia experiencia en desarrollar motores escuetos. Además, a finales de los cincuenta se encontraba inmersa en una severa crisis, por lo que no fue difícil para los norteamericanos entrar a su accionariado hacia 1960. La puerta abierta a todo un nuevo segmento.
La implicación de la casa estadounidense no va mucho más allá del nombre, siendo en verdad una máquina enteramente italiana
Harley-Davidson RR350, destinada al Mundial
Antes de abordar una sucinta descripción de los años de Harley-Davidson en el Mundial hay que partir de algo evidente. Sólo fue en términos comerciales. No en vano, el diseño de máquinas como la Harley-Davidson RR350 – de la cual sólo se ensamblaron 26 unidades – es fruto de los afanes realizados por los diseñadores de Aermacchi. Empresa que, desde 1974, fue totalmente manejada por Harley-Davidson después de acceder no a la mitad, sino a la práctica totalidad del accionariado. Eso sí, sólo durante cuatro años ya que, en 1978, la vendió a Cagiva.
Pero vayamos al tema. Saneada en lo económico, Aermacchi estaba en la situación perfecta para abordar la competición en el Mundial. Además, Harley-Davidson apoyó de forma entusiasta el proyecto ya que, al realizarse bajo su marca comercial, ésta lograba unos más que interesantes resultados publicitarios. Resultados que, por otra parte, no rentabilizó demasiado ya que, desde la venta de Aermacchi, la empresa estadounidense no ha vuelto a asomar la cabeza de forma seria en la competición internacional.
No obstante, a mediados de los setenta arrasaron durante tres años gracias a la RR250. Una motocicleta con la que lograron los campeonatos de 1974, 1975 y 1976 con el piloto italiano Walter Villa al frente. Un verdadero especialista a la hora de correr sobre mojado, capaz de abrir una nueva página tras el terrible accidente mortal de Renzo Pasolini durante el GP de Italia en Monza de 1973.
Sólo se fabricaron 26 unidades, siendo mucho más famosas sus hermanas de medio litro y, especialmente, la triplemente ganadora RR250
Dado el gran éxito cosechado en el cuarto de litro, con la Harley-Davidson RR350 se quiso replicar lo mismo en la categoría de los 350 centímetros cúbicos. De esta manera, sobre la base de la RR250 se produjo desde 1974 hasta 1976 la RR350. Dotada con un motor bicilíndrico en paralelo de dos tiempos refrigerado por aire – cambiado posteriormente a agua – para entregar 70 CV a 11.400 revoluciones por minuto con una transmisión de seis velocidades. Prestaciones suficientes para que el genial Walter Villa – tan calmado fuera de las pistas como agresivo sobre el asfalto – se hiciera con el título mundial de 350 centímetros cúbicos en 1976.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS