La Honda CRF 100 es una moto peculiar en numerosos aspectos y minimalista a más no poder. Estamos ante un modelo de iniciación en el mundo del enduro, algo así como una moto para niños y chavales jóvenes que están dando sus primeros pasos en esto de las dos ruedas.
Obviamente el usuario tipo al que va destinada esta moto ni siquiera tiene posibilidad de sacarse el carné de conducir, por lo que no está homologada para circular por vía pública. Casi mejor. Esta es una moto para aprender, no para rodar con ella como lo haríamos con una motocicleta al uso.
De hecho, todo el modelo gira entorno a unas premisas básicas: sencillez, robustez y ligereza absolutas. Cuanto más sencilla sea la moto tendrá menos piezas, menos piezas susceptibles de romperse y menos peso que mover y maniobrar por parte de estos conductores noveles. Además, así se consigue una moto más económica de comprar.
No hemos de perder de vista que estamos ante una moto escuela, y encima de enduro. Sufrirá caídas a lo largo de su vida útil, seguramente muchas, por lo que es importante que se lleve bien con el suelo. Y la Honda CRF 110 lo hace. Es rocosa, sufrida, indestructible.
Todo el conjunto tiene un peso de récord: 74 kg. Esto a su vez contribuye a soportar mejor los golpes, ya que la moto no se “aplasta” por su propio peso cuando se va al suelo, y al haber menos energía cinética en los cacharrazos, los destrozos también son menores.
Para lograr una moto que de 74 kg en la báscula, la dieta tiene que ser estricta. La Honda CRF 100 no tiene nada que no sea imprescindible. Si le quitásemos una sola pieza ya dejaría de ser una moto. Básicamente tenemos dos ruedas, el motor y el chasis. No tiene instrumentación. No tiene batería ni arranque eléctrico, ni instalación eléctrica más allá del encendido, la chispa. Se arranca a patada.
Pero de verdad que no hace falta más. En el entorno adecuado esta moto puede ser divertidísima y muy pedagógica. El motor monocilíndrico de 99 cc eroga unos modestos 10 CV de potencia, pero son caballos voluntariosos que están ahí a bajo y medio régimen, y eso, unido al peso de risa de la moto, da unas prestaciones… dignas. La mecánica es de estos motores de aire indestructibles del fabricante japonés y que requieren de unos mínimos cuidados básicos para que sigan funcionando como si nada.
La caja es de cinco velocidades y en el apartado ciclo tenemos una llanta delantera de 19 pulgadas que casi es más alta que la propia moto, y atrás un pequeño aro de 16″, ambos con llantas de radios. Las suspensiones son de escaso recorrido y sin ninguna floritura técnica, pero volvemos a lo mismo: solo tienen que lidiar con 74 kg de moto más lo que pese el piloto.
En el apartado de frenos la cosa se pone interesante con una pareja de tambores, uno en cada eje. Frenar lo que se dice frenar… no frenan mucho. Menos mal que el objetivo de esta moto tampoco es coger altas velocidades, y además, por campo, al haber menos grip, tampoco interesa que la mordida sea potente. En caso contrario, bloquearía fácilmente y el piloto daría con sus huesos en el suelo.
¿Y para qué sirve esta moto? Pues básicamente para que las nuevas generaciones empiecen a hacer manos por campo. Esta bicha tiene que ser muy divertida por lo marrón si la zona es lo suficientemente virada.
Pero no queda ahí la cosa. Le puedes poner unas ruedas lisas y te hace las veces de pit bike, ideal para entrenar técnica de motociclismo en los “ochos” o en circuitos súper cerrados, ya que es una moto muy directa y que te permite entender lo que está pasando mientras pilotas y cómo cada pequeño gesto o movimiento que hagas se ve reflejado en su comportamiento. De hecho, en las fotos podéis ver a un servidor intentando dejar de ser un “cono”.
Hoy en día Honda ya no tiene cosas así en su catálogo, y es una pena. Sin embargo, tras un paseo rápido por la web de los de Iwata veo que si quieres algo en esta línea te puedes tirar a por una Yamaha TT-R125, aunque prepara 4.000 euros para hacerte con una.
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Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS