En la historia general de Montesa en la competición y particular de Xavier Bultó en las carreras, la Montesa Sprint de 1953 es todo un hito fundacional. Eso sí, basada en componentes muchos componentes de serie y con el valor añadido de haber sido precedida por algunos ensayos más modestos con los que la marca fue, poco a poco, fogueándose respecto a lo que significaba ir a una carrera del Mundial. De esta manera, lo mejor será ir por partes de cara a narrar la génesis de una motocicleta de la cual sólo se hicieron unas diez unidades, fácilmente reconocibles por su carenado aerodinámico el cual, por cierto, contaba con la novedad de montar una gran superficie de plástico combinada con la chapa situada en el plano más cercano al asfalto.
Empecemos. El primer punto necesario para comprender a la Montesa Sprint es señalar a la figura de su creador. Xavier Bultó. Una de los dos pesos pesados de la marca desde su fundación allá por mediados de los cuarenta, siendo el complemento deportivo a la mentalidad más racional y empresarial de Pere Permanyer. Así las cosas, tras estrenarse con el velocípedo A-45 se decidió saltar al mundo de las motocicletas centrándose en la cilindrada del octavo de litro. Una vía de trabajo en la que aparecieron la B46/49 y la 125GP. Esta última la primera montura pensada con las carreras como objetivo, siendo la base para las primeras apariciones en el Mundial junto a la B-51 y su motor de nuevo cuño galopando sobre horquillas telescópicas y no las antiguas suspensiones de paralelogramo deformable.
Con todo ello, llegamos a 1951. Concretamente al GP de España de aquel año, celebrado en el circuito barcelonés de Montjuïc. Lugar y momento escogidos por Montesa para debutar en la categoría del octavo de litro, comenzando una temporada en la que lograron resultados tan encomiables como ser la segunda marca en puntos al tiempo que presentaban la motocicleta de dos tiempos con mejor rendimiento de entre todas las de la parrilla gracias al motor de la X-51 con casi 12 CV. De esta manera, sólo la falta de medios financieros hizo que Montesa no pudiera estar en todas las citas de la temporada. Eso sí, los resultados habían sido más que satisfactorios. Motivo por el cual Xavier Bultó decidió enfocarse aún más en el Mundial.
Si Montesa no pudo lograr mejores resultados en el mundial de octavo de litro no fue tanto por problemas con el pilotaje o la mecánica, sino que por problemas de financiación sólo podía permitirse el competir en algunas pruebas del calendario
Montesa Sprint, al asalto del octavo de litro
Durante 1952 y 1953 Montesa adoleció la falta de presupuesto para ir al Mundial, centrándose por tanto en el GP de España y sólo algunas carreras más. Una pena, puesto que a nivel mecánico las creaciones de la marca sí daban para estar en puestos muy meritorios. No obstante, aquellos no fueron años perdidos. Lejos de ello, no sólo se fue perfilando a la que sería la Montesa Sprint de 1954 sino que también se fichó como piloto oficial al gibraltareño John “ Johnny “ Grace.
Curtido con sus Norton y AJS en las pruebas de 350 centímetros cúbicos y medio litro, de cara a 1954 fichó con Montesa para ir a por todas en el Mundial de 125 centímetros cúbicos. Y así fue, uniéndose a él pilotos como José Antonio Elizalde o Marcel Cama. No obstante, el gran momento de las Montesa Sprint se estaba reservando para la temporada de 1956 en el mítico escenario del TT de la Isla de Man. Y es que allí quedaron segundo, tercero y cuarto los pilotos Marcel Cama, Francisco González y Enric Sierra. Todos ellos a lomos de las Montesa Sprint.
Una montura de lo más efectiva gracias entre otras cosas a su reducido peso. Tan sólo 55 kilos para superar los 140 kilómetros por hora de velocidad punta. Y además de una forma muy silenciosa, por lo que según testimonios de pilotos de la época a la Montesa Sprint no se le escuchaba siquiera llegar por detrás. Visto así, la verdad es que tenía que ser curiosa la cara de los pilotos ingleses e italianos viéndose sorprendidos y rebasados sin previo aviso por las Sprint.
Con unos 55 kilos estas motocicletas podían sobrepasar los 140 kilómetros por hora ayudadas de un carenado aerodinámico caracterizado por tener una gran superficie del mismo realizada en plástico
Respecto al motor estábamos hablando de un monocilíndrico de dos tiempos con 124,98 centímetros cúbicos – limando al máximo – con la capacidad de rendir 14 CV a 10.500 revoluciones por minuto gestionados a través de seis velocidades en el cambio. Por cierto, dentro de uno de los tubos del propio chasis se encontraba el depósito del aceite con una capacidad ampliada respecto a modelos de serie como la Brío 90 de 1953, con la cual compartía bloque motor aunque la Montesa Sprint le doblase en potencia a la máquina de serie. Cosas del carburador, los escapes y la compresión, sobre la cual no tenemos datos certeros en el caso de nuestra protagonista. Sea como fuera, lo cierto es que esta motocicleta fue el asentamiento definitivo de Montesa en la competición, la síntesis de todo lo que Bultó había hecho durante los años anteriores.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS