En el mundo del motociclismo pocos son los modelos tan exitosos y longevos como la Triumph Bonneville, una moto cuyo génesis tuvo lugar en 1959 y que, con sucesivos parones y muchas generaciones, sigue plenamente vigente y a la venta hoy en día.
El catálogo del fabricante inglés es un poco locura, ya que tiene muchos modelos a la venta y muchas variantes que nacen a raíz de una misma base mecánica. Además, con este modelo es complejo hablar de generaciones “enclaustradas” como tal entre dos fechas temporales, sino que ha ido evolucionando poco a poco con novedades aquí y allá a medida que pasaban los años, de una forma más o menos constante y sin dar grandes saltos.
Hoy nos vamos a enfocar En la Triumph Bonneville T100 de 2017, modelo que sigue a la venta hoy en día. En líneas generales la Triumph Bonneville sigue siendo la misma moto que sus antecesoras, una naked de aire retro, calidades Premium y fiel al diseño -al menos estético- de sus ancestros.
El principal salto que dio esta moto en 2017 fue la incorporación de la refrigeración líquida, ya que hasta entonces la Bonneville había tirado siempre de aletines y aire forzado para mantener la temperatura bajo control. Es curioso, pero esta decisión nunca se tomó pensando en las prestaciones y el rendimiento del modelo, que más o menos se ha mantenido inalterado.
El motivo detrás de esta “traición” a los orígenes han sido las cada vez más duras normas anticontaminación. Los motores de aire tienen un encanto retro especial y una sencillez mecánica sin igual, pero el problema es que debido a que su temperatura de funcionamiento oscila mucho, es complicado que tengan buenos rendimientos termodinámicos y que sean limpios y puros con el medio ambiente.
Es por ello que los de Hinckley han colocado un radiador en el frontal de la moto y han agujereado el bloque para que por ahí pase el agua. Lo cierto es que lo han hecho con mucha sutileza, ya que el radiador pasa muy desapercibido y no llama la atención, mientras que el motor por fuera mantiene esa estética vintage que tanto enamora.
En cuanto a prestaciones, como os comentaba, sigue al mismo nivel que las generaciones precedentes. El bicilíndrico de 900 cm3 y ocho válvulas eroga unos parcos 55 CV a 5.900 RPM. No es mucho, los más quemados del lugar seguro que ya están rumiando que “eso no anda nada”, pero hay que entender cada cosa como es.
Quien se compra una Triumph Bonneville no se la compra para correr ni ir a toda pastilla. Quizá en los años 60 esto sí era así, de hecho, el modelo se bautizó con el nombre de las míticas salinas de Bonneville, meca de la velocidad y entorno en el que se han batido algunos de los récords de velocidad más salvajes de la Historia.
Pero desde que la Bonneville era una moto caza récords ya ha llovido mucho, y hasta ha escampado. Ahora es una moto “retro”, pensada más en dar paseos y en disfrutar de una estética arrebatadora al estilo de la vieja escuela que en ir zumbando a toda pastilla carretera abajo.
Esta moto se disfruta como se disfrutan casi todas las “nuevas clásicas”: poniéndote una “chupa” de cuero y saliendo a dar un “rulo” tranquilo, disfrutando de la libertad que nos ofrece el ir sobre dos ruedas y del suave devenir de los kilómetros; y, como vamos relajados, mientras surcamos el asfalto nos da tiempo a fijarnos en el verde del bosque y el azul del cielo, todo un manjar, oiga.
Si le das caña, la tratas mal y la metes más prisas de la cuenta, seguramente te responda con malas maneras, ya que a ella no le gusta ese rollo. A nivel de ciclo son dos los componentes que van un poco justitos si vamos “al ataque”.
El primero de ellos es el freno monodisco delantero de 310 mm con pinza de dos pistones. 55 caballos no es una cifra que asuste, pero ya dan para coger velocidades muy respetables. Si a eso le sumamos los 213 kilos que pesa la moto en seco… es relativamente sencillo ponerlo en aprietos a nada que achuches de más.
El otro punto problemático es el tren trasero, y más concretamente sus amortiguadores gemelos que conectan directamente el subchasis trasero con el basculante. Hay que reconocer, la verdad, los amortiguadores traseros son una “obligación” si queremos recrear una estética y comportamientos 100% de la vieja escuela.
El problema es que a nivel dinámico son una castaña, es por eso que ninguna moto moderna mínimamente decente usa esta configuración. Al no haber elementos de progresividad tienen una respuesta muy seca que acaba castigando nuestra columna vertebral.
Pero es que no es solo que sean incómodos, sino que a la hora de trazar curvas, tumbar y apretar el ritmo se descomponen fácilmente y la moto se muestra nerviosa y “rebotona” de atrás. Vamos, que no te los lleves a una carrera.
Pero bueno, ahí está la gracia. Quien quiera correr tiene otras motos. Esta va de lucir palmito y de ir por la calle más chulo que un ocho. Hoy en día la principal alternativa en este segmento está en Mandello di Lario con la Moto Guzzi V7 y la V9, y todas las personalizaciones, variaciones y ediciones especiales que se ofrecen sobre estas.
Si me preguntáis, os diré que casi me gustan más las italianas por lo exclusivo del motor en V longitudinal y el eje cardán de transmisión. A favor de la inglesa tenemos el nombre, que es mítico y toda una institución en el mundillo. Podría decirse que tiene más pedigrí. Por lo demás, el concepto se da bastante la mano entre ambas. Acabados Premium, mucho cuidado en el detalle y en la estética y motores percherones llenos de par de cincuenta y pocos caballos.
Si te gusta la Triumph Bonneville T100 puede ser tuya por 10.900 euros, que es lo que pide actualmente la marca por ella. Si te va este tipo de motocicleta, pero la Bonneville no te acaba de enganchar, date una vuelta por la página de Triumph, puesto que tiene un total de 10 modelos “retro” actualmente a la venta.
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Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS