Si me leéis por aquí, ya iréis intuyendo que me gusta bastante la parte offroad del motociclismo -no hay nada mejor que llegar a casa lleno de polvo o barro-, aunque conocedor de mis limitaciones, nunca he tenido una moto de enduro como tal. Bien es cierto, que hace unos meses os traje a la que fue mi primera moto de más de 49 cc, la Yamaha DT 125 Re, una fiel compañera trail de carácter tranquilo para las incursiones offroad.
Hoy os traigo una opción todavía mas apetitosa si cabe -y que comparte bastantes componentes con la DT-, para aquellos que buscan una moto con la que divertirse en el campo con un bajo presupuesto –aunque esta vez será necesario poseer el carné A2-; la Yamaha TTR 250.
No voy a repetirme como el ajo hablando de las virtudes de aprender a montar en moto por los caminos o el monte, pero sí que os voy a recomendar que si tenéis ocasión paséis un día entre amigos y naturaleza montando en moto -ojito con el Seprona y las vías por las que no se puede pasar-. Es una de las cosas que mas echo de menos desde que me pasé al lado “oscuro” del asfalto.
Teniendo en mente la idea de divertirnos, despejarnos y salir del jaleo de la ciudad los fines de semana, haciendo una de las cosas que mas nos gusta, como es montar en moto, y sin la idea de comprar una excesivamente especializada con la que hacer tiempos, o llegar el primero del grupo de los quemados de tus amigos, ni tampoco queriendo ser Ewan McGregor en Long Way Round con una Bmw de 20.000 euros, sino pensando en un presupuesto ajustado, de entre 1.500 o 2.000 euros para la compra de una moto de segunda mano en un estado aceptable, he elegido a nuestra moto del día en base a las siguientes premisas.
Un motor cuatro tiempos con el que despreocuparnos de realizar cambios de pistón o segmentos cada pocos kilómetros, refrigeración por aire con la que nos quitamos de un plumazo componentes que puedan tener tendencia a fallar al llenarse de polvo o barro, y otros elementos que queden expuestos ante caídas, como el radiador.
Además, es un modelo que equipa arranque eléctrico por botón -comodidad- y que también equipa arranque a patada -fiabilidad en caso de quedarnos sin batería-. Tiene una postura cómoda y un asiento ancho y relativamente cómodo -dentro de los estándares de las motos de campo- y aunque sólo rinda 28 CV de potencia y haya algunas trail de 600 que podamos encontrar por el mismo precio y que nos ofrezcan algunos CV más, tendremos un peso mas contenido y una moto mas ágil.
Una vez explicado, porque creo que es una opción muy a tener en cuenta para nuestras aventuras camperas, pasamos a hablar del motor, un monocilíndrico cuatro tiempos con cuatro válvulas y doble árbol de levas en cabeza, que rinde -como comentaba- 28 CV a un régimen de 8.500 RPM y que genera un par de 27,5 Nm a 7.000 RPM. Se encuentra alimentado por un sencillo carburador -que tampoco nos dará muchos dolores de cabeza- marca Teikei de 30 mm y va asociado a una caja de cambios de seis relaciones.
La parte ciclo es sencilla, con un chasis monocuna desdoblado en su base y realizado a partir de tubo de acero, va unido a un basculante de dos brazos de sección cuadrada a través de un monoamortiguador “Monocross” ajustable en precarga.
La horquilla telescópica convencional de marca Kayaba con barras de 43 mm, es bastante sencilla y de tarado algo blando, por lo que si buscas realizar enduro, tienes que tener claro que no es tu moto y debes buscar algo mas especializado o te decepcionará; aunque siempre puedes mejorar sus componentes interiores ganando algo de dureza y menos hundimiento en frenadas fuertes.
El apartado de frenos es sencillo y efectivo, con un disco delantero de 245 mm y un trasero de 220 mm. Las llantas son de 21 pulgadas delante, con neumático 80/100 y de 18 pulgadas detrás con neumático 100/100. El depósito de 9 litros nos dará una autonomía en torno a 100 km, aunque variará enormemente dependiendo del uso que le demos. El peso es de 113 kg en seco, que en orden de marcha puede llegar a unos 135 kg fácilmente.
Dinámicamente es una moto que no defrauda en pista abierta, y que nos sigue el ritmo si le buscamos las cosquillas -que no los límites- en trialeras y zonas pedregosas. No será tan ágil como las últimas WR o YZ de Yamaha, pero su comportamiento bastante neutro, y su motor dulce y eficaz nos acompañarán a donde quiera que vayamos, incluso en los enlaces por carretera abierta hasta el siguiente tramo marrón yendo a un ritmo tranquilo sobre 110-120 km/h, aunque obviamente este no será su hábitat natural.
En definitiva, es una de esas motos que no es la mejor en ningún terreno, ni mejor que sus competidoras, pero que se atreve con todo y que no lo hace nada mal. Y si a todo esto le sumamos que los costes de mantenimiento son irrisorios, su consumo no es elevado, su fiabilidad es a prueba de bombas y solo tenemos que preocuparnos por tener aceite dentro del cárter y gasolina dentro del depósito para que funcione, es una opción genial para el uso que desde aquí os propongo.
Jesús Guillermo Pozo
Nací entre las historias de mi abuelo sobre su Derbi 125 Especial y el terrorífico sonido del escape 4 en 1 de la GPX 600 de mi tío y la belleza de su Vmax 1200. Mi padre, fue mi primer profesor con su viejo SEAT 127, y mi madre, cuenta que aprendí las marcas de los coches antes que el alfabeto.Otra de esas motos “olvidadas”, pero que para el uso al que va enfocada es perfecta.
Lastima que ya no se venda.