Templos de la velocidad: Pendine Sands, la playa galesa lista para batir récords

Templos de la velocidad: Pendine Sands, la playa galesa lista para batir récords

Durante varias décadas los 11 kilómetros de arena compactada registrados en la playa de Pendine fueron un escenario perfecto para el desarrollo de la técnica y la velocidad.


Tiempo de lectura: 3 min.

Pensando en cual ha podido ser la mejor motocicleta de todos los tiempos, la Brough Superior SS100 cuenta con no pocas papeletas de cara a ser la elegida. Además, dentro de su producción artesanal -con un mimo increíble, siendo ensamblada y desmontada varias veces hasta hacer encajar todas las piezas de una manera perfecta, obsesiva- existió una serie de evoluciones, varias de ellas piezas cuasi únicas, con las que llevar a terrenos muy específicos sus prestaciones.

En este sentido, la Pendine fue, al menos para quien escribe estas líneas, la iteración máxima en la amplia historia de la SS100 al equipar un kit de fábrica con el cual se pretendía mejorar el rendimiento en línea recta; todo ello a fin de batir récords de velocidad punta como los que, desde comienzos de los años veinte, ya disputaban las Brough Superior de manera regular en playas como, precisamente, la de Pendine. Responsable de dar nombre a esta motocicleta.

¿Pero por qué aquello sucedía en las playas? Bueno, durante aquellos años los circuitos aún no estaban tan desarrollados como lo estarían un par de décadas después. Es más, en materia de velocidad punta resultaba verdaderamente complejo -por no decir imposible- hallar una pista perfectamente pavimentada y suficientemente extensa como para superar con ciertas garantías de éxito los 200 kilómetros por hora.

Fruto de ello fue poner la vista en las playas y, especialmente, en la Pendine. Situada al sur de Gales, ésta se encontraba relativamente bien comunicada con centros industriales como Cardiff o, un poco más lejos, la ya inglesa Bristol. Además, en esta parte de las Islas Británicas la acción de las mareas es realmente espectacular, con oscilaciones en el nivel del mar de hasta cinco y seis metros para generar así una pleamar y bajamar capaz de cubrir cientos de metros de arena tierra adentro y afuera.

Sus once kilómetros con arena perfectamente compactada gracias a la acción de las mareas -de las mayores del mundo- aseguran una pista natural perfecta para el ejercicio de la velocidad

Arena que, además, gracias a la acción diaria de esas mismas mareas permanece perfectamente limpia, fina y compactada. En suma, a falta de asfalto, correr por Pendine justo en el momento de la bajamar es tanto como hacerlo en el óvalo italiano de Nardo pero sobre un suelo natural y, además, en línea recta. De hecho, esta increíble playa -uno de los orgullos del sur de Gales aunque hoy en día sea de difícil tránsito completo al albergar instalaciones militares en su zona este- suma hasta 11 kilómetros de extensión.

Con todo ello, ni que decir tiene cómo en ella se celebraron multitud de gestas durante los tiempos heroicos de la competición. Aquellos en los que todos y cada uno de los pilotos aceptaban una muerte más que posible -y absurda- con una ligereza y desprendimiento colindante con los límites de la propia supervivencia. Es más, en 1927 J.G Parry-Thomas fue, precisamente, el primero en fallecer buscando el récord de velocidad sobre tierra. Algo que ocurrió mientras sobrepasaba los 270 kilómetros por hora en su automóvil BABS; el cual por fortuna, ha sido recuperado tras permanecer décadas enterrado en la arena.

Asimismo, hace tan sólo unos meses se acaba de inaugurar de nuevo el museo de velocidad de Pendine total y completamente renovado. Sin duda, un lugar excepcional de cara a comprender la historia de este lugar tan significativo para la historia del motor, el cual sólo pasó a un segundo plano cuando, ya en momentos muy cercanos a la Segunda Guerra Mundial, empezaron a desarrollarse infraestructuras pensadas por y para la velocidad como las Autobahn.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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