Hoy toca hablar de la Suzuki GSX 600 F, una moto que se presentó en 1988 para militar en el segmento de las sport turismo de media cilindrada durante la década de los 90. El modelo tuvo que batirse el cobre con motos de la talla de la Honda CBR 600 F Hurricane o la Kawasaki ZZR 600, y sinceramente… no salió muy bien parada.

La culpa de esto siempre fue de su mecánica, un tetracilíndrico en linea de 600 cm³ al estilo de lo que estaban haciendo sus rivales directas, pero con refrigeración mixta de aire y aceite, lo que se conoce como el sistema SACS, y que tecnológicamente siempre fue inferior a la refrigeración líquida de la que gozaban sus competidoras.

La Suzuki GSX 600 F daba 78 caballos en las primeras versiones, aunque con el paso de los años llegó hasta los 86. Cuando se presentó a finales de los 80 eran cifras muy dignas para una 600, el problema es que la competencia no paraba de avanzar, y en 1990 la Kawasaki ZZR 600 marcó el hito de ser la primera 600 en llegar a los 100 CV.

A medida que pasaba el tiempo la GSX se iba haciendo peor y peor, más aun cuando a lo largo de su vida no sufrió mejoras de importancia ni actualizaciones relevantes. El modelo original se estuvo vendiendo casi sin cambios hasta 1997, momento en el cual llegó la segunda generación, que en esencia era la misma moto pero con una revisión profunda en el apartado estético para adaptarse a los nuevos cánones de diseño.

El modelo finalmente se descatalogó en 2004 cuando, como de costumbre, la normativa Euro2 exigió una renovación de su mecánica para adaptarla a los nuevos estándares de contaminación, pero esta renovación no llegó nunca, y con su muerte se dio por concluido el capítulo del SACS en la historia de Suzuki, ya que fue la última moto del fabricante japonés en emplearlo.

En el fondo y durante los últimos compases de su vida, la Suzuki GSX 600 F gozó de una cierta salud comercial ya que era una buena alternativa para hacerse con una moto grande, capaz de viajar cómodamente y con mecánica tetracilíndrica por no mucho dinero.

Ciertamente era un producto robusto y bien fabricado, pero tecnológicamente nació obsoleto. Hoy en día aun pueden verse con cierta facilidad rodando por las calles, prueba de la buena vejez que atesora el modelo.

Los consumos rondaban los 6 litros a los 100 y la velocidad punta que podía alcanzar era de unos 220 km/h. Son cifras muy respetables incluso para los estándares de hoy en día, y mucha gente no va a necesitar nunca de tantas prestaciones pero… vivir a la sombra de unas competidoras que hacían todo esto incluso mejor, era complicado. A nadie le gusta ser el tío de la barra con la peor moto de todas.

Hoy en día se pueden encontrar a precios de risa, habiendo unidades disponibles en una horquilla de entre 600 y 1.000 euros. Su gran sencillez mecánica, su talón de aquiles, es a su vez una de sus mayores ventajas ya que la mayoría de coetáneas o acabaron en los desguaces… o agonizan mal cuidadas, sin los mantenimientos necesarios y con dueños de tercera o cuarta mano, mientras que esta susi siempre requirió de menos cuidados para funcionar bien.