Antes de la Segunda Guerra Mundial lo que ahora conocemos como Yamaha se llamaba Nippon Gakki y se dedicaba al negocio de los instrumentos musicales. Durante la guerra tuvo que fabricar componentes para aviones y barcos para el ejército imperial. La que vemos fue la primera motocicleta que fabricó, la Yamaha YA-1.
Motoichi Kawakami, hijo del fundador y presidente de la empresa por entonces, creyó en 1953 que meterse en el negocio de las motos iba a ser una buena idea para reflotar la compañía, los instrumentos musicales no bastaban. El mercado nipón de la moto estaba en claro auge, pasando de 10.000 unidades en 1950 a unas 750.000 en 1954. Clientes había, solo había que posicionarse en la parte adecuada del mercado, ya que había 204 fabricantes compitiendo por la tarta, la mayoría con motos económicas.
Otras empresa japoneses habían retomado la actividad en la posguerra -o empezado- motorizando bicicletas, como Honda con la Model A o Suzuki con la Power Free, pero Yamaha no, empezó directamente con una moto. El 7 de noviembre de 1953 el presidente de Nippon Gakki encargó en secreto la construcción de una motocicleta con cinco a seis motores para elegir. A partir de ahí se elegiría un candidato y se pasaría a la producción al año siguiente.

Así fue. El primer prototipo data de agosto de 1954, después de que los ingenieros de Yamaha hubiesen hecho un tour conociendo la industria motociclística nipona y la alemana. Yamaha hizo 10.000 kilómetros de pruebas alrededor del Lago Hamana para asegurarse un producto de la más alta calidad.
La producción comenzó en enero de 1955, las primeras unidades de la YA-1 llegaron a las calles el 11 de febrero, y Yamaha Motor Co. -como empresa independiente de Nippon Gakki- se constituyó el 1 de julio, ya con Genichi Kawakami (el nieto del fundador) a los mandos. La YA-1 apareció en el mercado japonés a un precio de 138.000 yenes. Eran casi 13 meses de sueldo de un graduado universitario por entonces. En esa categoría los precios iba de los 110.000 a los 120.000 yenes.
Una frase de Genichi Kawakami es de esas que sientan la filosofía de una empresa: “Si vas a hacer algo, sé el mejor”. Ciertamente, producir motocicletas fue una buena idea en su momento, en la actualidad Yamaha es uno de los fabricantes japoneses de motos más respetados y exitosos comercialmente. Por cierto, el propio Genichi participó en el desarrollo de la YA-1, incluso en la fase de pruebas.
La Yamaha YA-1 se posicionó en la parte superior del mercado nacional, con una cilindrada de 123 centímetros cúbicos, lo más grande que había en la época -salvo las Rikuo con motores Harley-Davidson-. El diseño estuvo fuertemente inspirado en la DKW RT 125 -una referencia por entonces-, pero los japoneses cuando copian diseños siempre los acababan mejorando, y la YA-1 no era una excepción.
Para empezar, en un momento en el que las motos solo se podían comprar negras o negras, Yamaha arriesgó con un esquema de color rojo castaño y crema como elemento de contraste para el asiento monoplaza y los laterales del depósito, la idea fue de un grupo de estudiantes de la Universidad de Tokio comandado por el profesor Iwataro Koike. No hubo otra combinación de colores, de hecho.
Su característico esquema le hizo ser conocida como Aka-tombo, “libélula roja” en nuestro idioma
El año 1955 acabó con una producción de unas 200 unidades mensuales, el objetivo previsto de producción, dando trabajo a 275 personas en la fábrica de Hamamatsu (Shizuoka). A Iwata llegaron más tarde, en 1972. Una de las fórmulas para promocionar el modelo fue un clásico: las carreras.
El 10 de julio de 1955 Yamaha participó en la tercera carrera de ascenso al monte Fuji, logrando el primer puesto en categoría de 125 cc y arrebatándoselo a Honda. En noviembre también ganaron las YA-1 una popular carrera en el Monte Asama, triplete y podio. En 1956 revalidó sus triunfos. Esas dos carreras eran las más importantes de Japón en la esfera motociclística y tenían un fuerte impacto en las ventas.
Obviamente Yamaha supo sacarle partido a los laureles obtenidos en la competición, las malas motos no ganan carreras. En 1955 las ventas fueron de 2.272 motos, en 1956 aumentaron casi el triple, hasta 8.743, y en 1957 llegaron a 15.811 unidades. Un buen comienzo.
Pasemos a comentarla a nivel técnico. Aunque partía de un diseño alemán contemporáneo, ya fue mejorado desde el inicio, ya que su caja de cambios era de cuatro velocidades, y la DKW tenía tres. Además, adoptó un mecanismo de arranque por patada en el engranaje primario de la transmisión, como hacen las motos modernas.
Por aquel entonces los mecanismos de arranque actuaban sobre el cigüeñal, por lo que había que arrancar siempre en punto muerto. La Yamaha YA-1 se podía arrancar en cualquier relación, solo había que apretar la maneta del embrague. Al igual que la mecánica alemana de la que derivaba, el motor era de dos tiempos e iba refrigerado por aire.
El motor monocilíndrico rendía 5,6 CV a 5.000 RPM y un par máximo de 9,4 Nm a 3.300 RPM
La Yamaha YA-1 mide 1.980 mm de largo, 660 mm de ancho y 925 mm de alto. Pesa solo 94 kilogramos. El chasis es de cuna simple, con horquilla invertida y basculante amortiguado únicamente con muelles. Cuenta con frenos de tambor en las dos ruedas y llantas de radios de 19 pulgadas. El depósito cubica unos 9,5 litros y venía con las gomas laterales para abrazarlo cómodamente con las rodillas.
Por encima de la YA-1 se comercializó la YC-1 en 1956, con un motor de 175 centímetros cúbicos, y la YD-1 en 1957, ya con un motor de 250 cc. La producción de la YA-1 terminó en 1958 con unas 11.000 unidades producidas. Ese mismo año Yamaha dio el salto a competiciones fuera de su país, un primer paso antes de entrar a mercados como el estadounidense.
Las Yamaha YA-1 que han sobrevivido son auténticas joyas para museo. Una de ellas se encuentra fuera del país, en la sede de Incolmotos Yamaha en Giraldota (Antioquia, Colombia). La Sociedad de Ingenieros de Automoción de Japón consideró a la YA-1 como uno de los 240 hitos más significativos en tecnología automovilística. Su valor de mercado es “incalculable”.

Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes), las motos siempre me han inspirado mucho respeto, y sin saber cómo, ya me han enganchado.COMENTARIOS