Al igual que cualquier otro mercado, el de la movilidad privada también cuenta con ciertas reglas y procesos inherentes a la comercialización. Así las cosas, una de las cuestiones más interesantes es debatir sobre si la demanda se puede crear o no. Es decir, ¿son los fabricantes quienes van por detrás del público o es exactamente al revés? Bueno, en este sentido no caben explicaciones taxativas y generales aunque, a decir verdad, lo cierto es que en no pocas ocasiones han sido precisamente las marcas quienes han abierto brecha con productos jamás soñados por sus posibles compradores.
Por otra parte, algo especialmente visto en estos tiempos de consumo al galope, donde la constante invención de nuevos mercados espolea la producción cual si fuera una carrera de pollos sin cabeza. Llegados a este punto, cuando en 1984 Yamaha presentó su BW200 realmente no estaba dando respuesta a ninguna necesidad real, siquiera a un determinado nicho de mercado abierto por algunas circunstancias. Para nada.
Lejos de ello, su apariencia llamativa intentaba estimular los anhelos de quien buscase una motocicleta recreativa con habilidades camperas, ofreciendo algo nuevo a fin de usar esa misma novedad como cebo comercial. Vamos, a nuestra protagonista hay que verla como lo que es: un capricho.
Algunas veces los fabricantes dan respuesta a una necesidad ya planteada por el mercado y otras, como en el caso de esta motocicleta, se aventuran a crear nuevas aspiraciones inventando máquinas que, en verdad, nadie había pedido
Pero vayamos por partes pues, para empezar, estaría muy bien definir a qué tipo de compradores se dirigía esta máquina. Pues ni más ni menos que a quienes desearan un producto divertido, atípico y capaz de llamar la atención. Y es que, con esas ruedas, no se nos escapa cómo nuestra protagonista fue capaz de girar no pocas miradas sorprendidas.
No obstante, técnicamente aquellos neumáticos daban a la Yamaha BW200 unas asombrosas capacidades en terrenos arenosos. Es decir, estamos ante una máquina que, aún sin pretensiones en rendimiento o desempeño, es capaz de desenvolverse con garantías por playas, caminos y asfalto.
Respecto a la mecánica, el uso de un monocilíndrico de cuatro tiempos y 200 centímetros cúbicos -con escasa virulencia en su entrega pero buenos bajos- ya nos habla por sí mismo sobre el carácter tranquilo y desahogado de la motocicleta. Y es que aquí no se trataba de ir por los caminos practicando un estilo Off-Road lo más veloz posible. De hecho, en la Yamaha BW200 primaba un uso meramente ocioso, lento, desahogado y tranquilo para ir disfrutando más del paisaje que de la senda en sí. Como se puede intuir, algo enclavado en un nicho de mercado tan específico que siquiera existía.
El rebote producido por sus neumáticos podía ser realmente problemático si se realizaba un pilotaje deportivo; y es que, realmente, esta no es una máquina para ir rápido sino para disfrutar del entorno y la ruta sin demasiadas complicaciones
Es más, antes del lanzamiento de la esta motocicleta con neumáticos claramente generosos en su tamaño tanto Rokon como Suzuki habían intentando -sin demasiado éxito- seducir al público con creaciones similares. Y es que, por lo que se pudo ver, este tipo de máquinas pensadas para un uso tan concreto y lúdico quedaron atrapadas en su propia especificidad. De todos modos, al mismo tiempo son muestra del empuje de los fabricantes por encontrar nuevos diseños, nuevas apuestas, capaces de seguir encandilando al público.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS