No le digas a Mamá que me he ido a Mongolia en moto es un libro sobre un gran viaje en moto, pero también es un libro de risas, de llantos, de frustración, de ingenio, de buscarse las habichuelas y sacarse las castañas del fuego; en resumidas cuentas, es un libro de aventuras. Esta es la ópera prima de Ricardo Fité, un moto viajero que ante todo es un tío ameno, cercano, humilde, campechano, auténtico, uno más.
Este libro narra las peripecias del autor, Ricardo, un profesor de educación física que se emperró en participar en el Mongo Rally, un raid de aventuras en el que los participantes tienen que ir desde Praga hasta Mongolia y cuyo principal requisito es que los inscritos lo hagan en los vehículos más inadecuados, inimaginables y estrambóticos que nos imaginemos. En espíritu RACER moto ya entrevistamos a Pedro Esteban hace un par de años cuando, siguiendo los pasos de Fité, se fue también al Mongo Rally con su Honda Varadero 125.
El libro empieza con Ricardo haciendo los preparativos para el viaje e intentando reunir fondos para la aventura en la dura y complicada España de la crisis económica, un país en lo que escaseaba precisamente era eso: dinero y trabajo.
Me encanta como el autor narra con detenimiento todos los pasos previos que hay que dar antes de girar la llave por primera vez el día que partes hacia lo desconocido. Y es que la aventura no empieza el día que sales, sino el día que te decides a hacerlo y marcas una fecha de partida en el calendario.
A partir de aquí acompañamos a Ricardo a través de Europa y Asia central en una desternillante aventura no exenta de peligros, incidencias y un montón de anécdotas. Leí este libro hará por lo menos tres años, y ahora que me he vuelto a reencontrar con sus páginas para poder escribir esta entrada, recuerdo perfectamente por qué me gustó tanto.
Lo bueno de No le digas a mamá que me he ido a Mongolia en moto es que prácticamente estás viajando con Ricardo a medida que lees el libro. Y además no puedes evitar empatizar con todo lo que le pasa. Desde alegría, tristeza, miedo o incluso furia cuando el propio Ricardo, a falta de problemas externos, los crea el mismo a base de malas decisiones mecánicas que acaban por averiar su motocicleta más de una vez.
Por cierto, hablando de la coprotagonista: nada mejor que una potentísima Yamaha SR 250 de 20 caballos, cuarta mano, cargada hasta los topes y con más de 20 años de antigüedad para cruzar todo un continente. Si además os digo que tenía chorrocientos mil kilómetros, el motor rectificado con piezas usadas, y un mantenimiento un tanto… precario, la diversión y las anécdotas están aseguradas.
Y es que otra de las grandes enseñanzas de este libro es que si quieres hacerlo, si quieres agarrar la carretera e irte hasta la otra punta del mundo, puedes hacerlo casi con lo puesto, o con un puñado de cosas básicas, y que lo que te falte o lo que vayas rompiendo, siempre lo podrías ir comprando y/o arreglando por el camino. Ricardo demuestra en sus propias carnes como otra forma de viajar más austera es posible y que si quieres, puedes ir menos equipado de lo que creías, que llegar llegas a los sitios.
Ya solo con leer el título, el libro engancha, y en cuanto abres la portada, empiezas a devorar su contenido sin piedad, y las páginas caen como caerían los kilómetros en un gran viaje en moto: mucho más rápido de lo que creías.
Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS